5/12/13

Día de la Constitución (infeliz aniversario)


Que yo recuerde, nunca (hasta ahora) había tenido la ocurrencia de ponerme a perorar en el día del aniversario de la Constitución Española.
Hoy lo hago porque tengo la sensación de que, a estas alturas, una buena parte de la ciudadanía hemos asumido que aquello que en su día celebramos como el inicio de un “nuevo tiempo” ha quedado con el paso de los años como un simple tránsito, y (al día de hoy) estamos “entre puertas”; terminando de salir (con más pena que gloria) de nuestro pasado y sin haber abierto aún la puerta al futuro.
Para quienes compartan este sentimiento (o entendimiento), sugeriría que no nos desgastemos en buscar (o señalar) a los culpables de la pérdida de estos 35 años.
Culpables hubo algunos muy notorios; pero sobre todo, culpables fuimos nosotros.
No tanto por nuestro miedo, o nuestra ingenuidad, como por nuestra desidia, individualismo, sectarismo y falta de agallas para llamar a las cosas por su nombre y poner firmes a “los nuestros” cuando, por acción u omisión (que de todo ha habido), traicionaron la ilusión y la confianza que depositamos en sus manos.
No es cosa de lamentarse.
La constitución es un pergamino acartonado y quebradizo que a duras penas puede amparar y ocultar la miseria moral en que se ha convertido la vida política (y social) de este país.
Para mí la Constitución ha muerto y, de común acuerdo, debiéramos oficiarle entre todos unas exequias dignas.
La cuestión, si la afirmación anterior se da por buena, es ponernos a la labor de convencernos unos a otros de la necesidad de redactar otra algo menos condicionada.
Quiero decir con esto que, si uno se lee con detenimiento el actual texto, resulta que una buena parte de su redacción sería perfectamente válida para “la próxima”, una vez modificados radicalmente (por consenso) o mantenidos (por consenso, también), la mayor parte de los enunciados del Título Preliminar (monarquía, indisoluble unidad de la patria, la bandera, la capital del estado, la obligación del ejército de mantener la unidad . . .).
Habría que reescribir, o suprimir (por consenso social, evidentemente) la totalidad del Título II (De la Corona) y revisar con criterios más acordes a los tiempos actuales todo el Título III (De las Cortes generales).  
El resto del articulado, salvo la matización del artículo 38 (irrestricta y neoliberal interpretación de la libertad de empresa), alguna mención a la iglesia católica (apartado 3 del artículo 17) y la impresentable felonía perpetrada por el PSOE y El PP de la nueva redacción del artículo 135 (ordenada sumariamente por el BCE, en nombre de la Troika, el FMI y sus puñeteras madres, es decir la banca y las multinacionales), sería, a mi juicio, aprovechable y digno de incorporarse con no demasiadas modificaciones.
Este proceso es inevitable. Y ese camino tendremos que andarlo, querámoslo o no.

Soy plenamente consciente de que ni será rápido, ni será fácil.

Pero, tarde o temprano: será.
Por ese motivo, haciendo gala una vez más de mi largamente acreditada ingenuidad y falta del sentido del ridículo, hoy (día del 35 aniversario de la ya andrajosa, violada y obsoleta Constitución Española), invito a la reflexión y a la búsqueda de un consenso que algún día pueda propiciar un acuerdo, sin “padrinos” (ni padrastros).
Como estoy convencido de que una gran mayoría de nosotros no nos la hemos leído, dejo aquí “de regalo de aniversario” un enlace donde descargar los textos de la constitución de 1978 y (también) de la Constitución de la República Española de 1931 (esta última con la advertencia de que está maquetada para poder imprimirla a doble cara y graparla haciendo un “librillo”, por lo que las páginas aparecen en aparente desorden)
Saludos.

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