28/7/13

El problema más grave del PP



Tomo prestado el título del artículo de Luis García Montero porque resulta muy atractivo en este momento en el que una gran mayoría de ciudadanos, perplejos e impotentes ante la desvergüenza con que se manejan los poderes públicos de este país estamos deseando encontrarle el talón de Aquiles al sistema para empezar a creer que no es invencible y que tiene los días contados.
En cuanto al artículo, nada tengo que añadir, aparte de recomendar su lectura y dar fe de que el enunciado es correcto.
Es probable que el problema más grave del Partido Popular no sea la corrupción (sus fieles les votan pese a ella), ni tampoco la falta de credibilidad del presidente de gobierno (los periodistas se envainan sus espantadas y los ciudadanos damos por bueno mantener a un mentiroso sin que “arda Troya”).
Y por eso resulta que lo más grave no es precisamente lo que desde el punto de vista moral debiera ser lo más grave (la corrupción y la mentira), sino simplemente el hecho de que el “crecepelo económico” que andan publicitando no va a tener ningún éxito comercial.
Es decir que, aunque nos quitado (por la fuerza) la cartilla del “economato de los servicios públicos”, la gran mayoría de nosotros somos conscientes de que sus productos son mejores y además algunos no queremos (y muchos ni siquiera podrán) adquirirlos en el “libre mercado” 
Y, por lo tanto, estamos poco predispuestos a “hacer gasto”.  
Unos por convicción, otros por incapacidad económica y más de uno, como es mi caso,  por ambas razones.
Dicho esto y por si alguien todavía sigue leyendo este texto, quiero añadir que, con independencia de cuál sea el problema más grave del PP, el que me parece más grave para todos nosotros es la mansedumbre con la que estamos asistiendo a este bochornoso espectáculo, sin haber expulsado a los “actores” del escenario, ni tampoco haber abandonado el teatro.
Incendiarlo sería una solución radical y tal vez (esperemos que no) llegue un momento en que resulte inevitable.
Pero en principio es una salida bastante estúpida ya que "el teatro es nuestro teatro" y lo más lógico sería que, en lugar de destruirlo, recuperáramos las “llaves” expulsáramos a los malos actores y todos los mangantes que medran en su entorno y después de una severa “desparasitización” de todo el personal de plantilla que consistió o colaboró en “los hechos”, contratáramos (en las urnas) una nueva “compañía”.  
No sé si será el cansancio, el calor, la desbandada previa a las vacaciones, o quizá la saturación que produce contemplar tanta inmundicia junta, pero lo cierto es que si hubiéramos de pensar que el futuro se está fraguando con la irritación del presente, deberíamos dar por perdida la batalla.
Afortunadamente pienso que la realidad es otra, que simplemente estamos en un momento de “reflujo” y que lo que ahora parecen las cenizas (apagadas) de la indignación son, en realidad, “brasas vivas” que se reavivarán con el soplo de los próximos “acontecimientos” y -esta vez sí- prenderán la barbacoa en la que, además de poder asar unas cuantas ristras de "chorizos" (para nuestra satisfacción personal), podamos, sobre todo, “carbonizar” un estilo de hacer política consistente en mentir y robar a los ciudadanos para servir a los poderosos.
Ya veremos.
Yo desde luego, por la cuenta que me trae, no renuncio a verlo, ni a participar en lo que buenamente pueda.
Saludos.   

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