El
hecho de no ser afiliado del sindicato Comisiones Obreras, no me quita el
derecho a manifestar mi estupor y desaprobación.
Estupor
por la inconcebible desfachatez del señor D. Miguel Ángel García que ha venido
a bendecir con su voto la patraña montada por los empleados y turiferarios de
la banca, la patronal aseguradora y las gestoras de fondos de pensiones, para
hacer creer al ciudadano que el actual sistema es inviable.
Y
desaprobación por la tibieza de los responsables del sindicato que no han
desautorizado claramente a dicho señor y lo han puesto de “patas en la calle”.
Vale
la pena leerse el alegato de Juan Carlos Escudier.
Como
demócrata y persona respetuosa con la libertad de pensamiento y opinión que
pretendo ser, no voy a exigir que un
profesional incorporado a un grupo de estudio para dar su opinión sobre
una cuestión técnica, tenga que obedecer el dictado de quien le propone. Aunque
lamentablemente esto ocurra con excesiva frecuencia.
Pero
cuando resulta que el supuesto “experto” depone su opinión ignorando
deliberadamente hechos tan públicos y notorios que hasta los ciudadanos de a
pié conocemos, y justificando una (a todas luces) injustificable urgencia en
cambiar “a las bravas” las reglas de juego, no me queda más remedio que
preguntarme de dónde se ha sacado el
sindicato CCOO a semejante individuo.
Individuo
cuyo mayor mérito y acreditación profesional, aparte de calentar una silla en
el sindicato, parece ser la impartición de clases de Economía Aplicada en una
universidad privada.
Ya
es bastante lamentable el que, desde hace aproximadamente 40 años, los “expertos”
y los servicios de estudios de los bancos hayan venido “advirtiéndonos” del
inminente colapso del actual sistema público de pensiones y, pese a que éste no
se ha producido en ninguna de las fechas profetizadas tengamos que seguir escuchando
la misma letanía "recitada" (sin sonrojarse) por los mismos “clérigos”.
Quizá,
puestos colaborar con los “expertos”, debiéramos empezar a plantearnos la “imperiosa
necesidad” de equilibrar las cuentas para poder garantizar las pensiones
futuras.
Pero
haciéndolo por el lado de aumentar los ingresos; Ya que, pese a las mentiras
que nos cuentan, la realidad es que España gasta bastante menos que los países de
nuestro entorno en pensiones.
Y,
también –y de eso no se habla- que el incremento de este “gasto” (garantía de
una existencia “medio decente” a quienes previamente la capitalizaron con sus
aportaciones y sus impuestos desde los lejanos tiempos de la transición) es muy
inferior al incremento del PIB del país (tamaño del pastel) y escandalosamente
menor que el incremento de las rentas del capital, que son -más o menos- las “manos
muertas” de la economía productiva (cuando no sus asesinas).
Saludos.
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