Tanto
pendejo suelto disfrutando de larga vida y, mira por donde, un entrañable ser humano,
cabal, honesto, entrañable y solidario va y tiene la ocurrencia de morirse a la
temprana edad de 79 años.
Aunque dicen que nació en
Alejandría y que no se llamaba Georges, sino Giuseppe (Iosif en griego,
Youssef en egipcio, Joseph en francés1 )
era, sobre todo y por voluntad propia, un ciudadano del mundo.
No
sé lo que sentirán otras gentes, pero yo aprendí (y aún no he olvidado) las
letras de todas las canciones de su álbum (“lp” les llamábamos entonces) Le Métèque
y, desde entonces, su persona, sus canciones y también sus musiquillas (como Rues
Des Fosses Saint-Jacques, o Natalia)
han sido para mí un referente o un refugio en mi discurrir por esta vida.
Lo
dicho: A mí, cuando sea mayor, me gustaría ser como él.
Saludos.
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