Que
nadie se asuste; No
voy a extenderme mucho.
Simplemente, mientras escucho las simplezas, tópicos, mentiras y declaraciones huecas que una buena parte de la clase política va soltando por donde pasa, pretendo añadir un par de ellas de mi propia cosecha.
Simplemente, mientras escucho las simplezas, tópicos, mentiras y declaraciones huecas que una buena parte de la clase política va soltando por donde pasa, pretendo añadir un par de ellas de mi propia cosecha.
En
primer lugar diré que me parece una estupidez afirmar que la Constitución no
representa al 78 % de los españoles porque “no la votaron” (no pudieron hacerlo
por ser menores de edad, o ni siquiera haber nacido en esa fecha).
Yo
tampoco voté la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (1948) y me siento perfectamente
representado por ella, aunque me gustaría ampliarla y adaptarla a la realidad
tecnológica y social producida en sus 66 años de vida.
En
segundo lugar, y en contra de quienes sostienen que “mejor no meneallo”, pienso
que no podemos mirar para otro lado, en lo tocante a la obsolescencia (congénita
en este caso) con la que nació nuestra Constitución, fruto del desequilibrio de
fuerzas que respaldaban a los “padres de la constitución” que representaban, por
un lado al poder imperante (y amenazante) y por el otro a una ciudadanía generosa,
ingenua y esperanzada que se movía entre el miedo a una vuelta atrás y las prisas por saber a “qué sabía” la vida “en
democracia”.
Por
este motivo, hoy que ya les hemos perdido el miedo a los “espadones” y que el
poder más temible no son nuestros oligarcas y fascistas patrios, sino la
oligarquía financiera y gran-empresarial internacional, es por lo que -aprovechando
que todavía no hemos suscrito ningún tratado que nos impida hacerlo- deberíamos
proceder a una revisión seria y profunda
de nuestra Constitución de 1978.
Y
hacerlo tanto para reforzar y consolidar su carácter social e inclusivo, como
para desatar el nudo de la Indisoluble unidad de la patria que es algo parecido
a las corbatas; Que si la llevas apretada y simétricamente centrada en el
cuello puede ser para algunos un agobio y si te la aflojas y desabrochas el
botón superior de la camisa, resulta un alivio sin necesidad de quitártela.
Me
refiero a la cuestión del “derecho a decidir” que debiéramos tener todos los
pueblos, naciones, o regiones en los que razonablemente haya un consenso social
que lo justifique y sin que esa “decisión” quede limitada por otra cosa que no
sea la voluntad de quienes deciden.
Me
gustaría que mi país no sea una jaula, sino una casa familiar en la que uno
está porque quiere y aprecia al resto de los moradores.
Y
me gustaría que se les abriera la puerta (por si lo desean) a nuestros buenos
vecinos los portugueses.
Algunas
personas me han oído fantasear con la posibilidad de llegar a ver una República
Federal Ibérica.
Saludos
a todos.
Como
me consta que una gran mayoría de las personas no solemos tenerlos a mano,
adjunto un enlace donde poder descargarlas (La vigente y, también la de 1931)
Advierto
que la visualización (o descarga) de la de 1931 es un poco más lenta por
restarse de imágenes “raster”
Saludos.
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