5/8/14

Desconectando las máquinas de niebla XXX (IMPAGO DE ARGENTINA)



Cómo últimamente escucho bastantes “memeces” relativas a si Argentina ha incumplido (o no) sus obligaciones con los acreedores internacionales, y como mucho me temo que nuestro país (y los del sur de Europa) va a terminar pasando por esa misma puerta (la de la “reestructuración”), recomiendo la lectura de este artículo del catedrático D. Juan Torres López que, aparte de hacer un relato histórico del origen y avatares de dicha “deuda”, explica con una sencillez franciscana todos los intereses y marrullerías financieras que confluyen para intentar hacernos creer que Argentina está (o va a caer) en “suspensión de pagos”.
El artículo es muy asequible, bastante y breve y razonablemente “ameno”. (Con un título casi de tebeo de Tintín).
En mi opinión, el problema no lo tiene Argentina, sino todo el sistema financiero mundial, cuya solvencia se basa en hacernos creer que podrán cobrarnos lo que no tenemos.
La prueba de ello es que, en estos momentos, son los grandes bancos quienes andan intentado comprarles esa deuda a “los buitres” para que no anden jugando con cerillas a las puertas del “polvorín”.
Visto cómo funcionan, estoy convencido en que en algún momento la cosa se les irá de las manos y estallará.
Y la duda que me queda es si nuevamente seremos tan necios de quitarnos nuestra propia camisa para que ellos se fabriquen un abrigo (de pieles).
Saludos.

1 comentario:

Loam dijo...

No es cobrar lo que les interesa a los amos y gestores de la deuda, a ellos les sobra el dinero, y si les falta lo inventan, o imprimen más. En las altas esferas del poder, el principal fin del dinero no es comprar bienes de consumo, sino generar deuda, de tal manera que quienes sí lo necesitamos para subsistir (a la fuerza ahorcan) sigamos trabajando para ellos. La deuda (versión moderna de la culpa de índole religiosa) es la herramienta mediante la cual sus poseedores gobiernan nuestra existencia y someten nuestras vidas a su voluntad.

Negarse a pagar la deuda, es algo que pueden permitirse los pueblos, pero no sus dirigentes, que han sido puestos ahí precisamente para generarla. Un dirigente que se negara, no sólo a pagar la deuda, sino a denunciar la estafa que ésta supone, pronto tendría que vérselas con las mismas fuerzas hostiles que derrocaron a Salvador Allende.

Si antaño los reyes temblaban ante el poder de la Iglesia, hoy los presidentes tiemblan ante el poder del FMI.

Salud!