Si
nos quedó algo de cava (champagne los más finos, o sidra los más castizos) en
la nevera como resto de las pasadas navidades, esta noche es una buena ocasión
para meternos una, o dos, botellas en el cuerpo.
No
es que hayamos conjurado la privatización (el Sr. consejero de sanidad es como
esas velitas de cumpleaños que, cuando crees haberlas apagado, reviven de
nuevo).
Pero
lo cierto es que el “concurso de externalización” acaba de recibir un nuevo
revolcón por parte de los jueces de TSJM (Tribunal Superior de Justicia de
Madrid).
Quizá
el anterior presidente D. Gerardo Martínez Tristán pensó en hacerle un favor a
los correligionarios de sus Sra. esposa, forzando (al parecer “contra natura”)
la concentración de todos los litigios en el pleno del tribunal (que por entonces
presidía).
Pero
lo cierto es que, sin proponérselo, es probable que haya sentenciado el asunto
a morir sepultado “entre papeles”.
Pues,
a los procesos ya abiertos, es casi seguro que se incorporen otros nuevos con
argumentos distintos; Y después de lo que parece haber sido una dura refriega
verbal esta mañana entre una mayoría de jueces hartos de maniobras turbias y
una minoría de disciplinados defensores de los intereses del gobierno regional,
será difícil que nadie ose en un futuro volver a meter la mano en ese avispero.
Así
que podemos celebrar otro pequeño triunfo del sentido común y el estado de derecho.
Porque
no ha sido más que eso.
Los
jueces no han dicho ni sí, ni no a la privatización. Sino que, simplemente, han
devuelto los procedimientos a sus “jueces naturales”.
Lo
que ocurre es que, cada día que pasa, el Sr. consejero tiene que agacharse más
para recoger las distintas “cagadas” que el proceso privatizador va dejando a
su paso.
Y
tal y como dicen que decía el padre de un muy buen amigo mío (Coronel
veterinario, para más señas) “cuanto más te agachas, más se te ve el culo”
Y
tanto el Sr. Fernandez-Lasquetty, como su jefe D. Ignacio González están cada
día más lejos de la realidad, más ignorados por su propio partido y, según
afirma alguna gente, más cerca del banquillo (judicial).
Así
que, háganme caso y si el médico no se lo ha prohibido, echen un trago a la
salud de la Sanidad Pública.
Aparte
de darnos una pequeña alegría, nos dará cuerda para proseguir esta travesía del
desierto en la que, aunque aún no se divisa, ya se huele el principio del fin
de los mafiosos y robaperas que tienen secuestrada nuestra representación.
Pero,
como digo al principio, mejor que no se nos suba la euforia a la cabeza.
Que
esto no es más que la posibilidad de parar (o ralentizar) la destrucción.
La
reconstrucción, simplemente para regresar al punto de partida de hace 6 años
(los nuevos hospitales de la “lideresa”), nos va a costar probablemente bastante
más de otros 6.
Saludos.
SÍ, .
. . se va pudiendo
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