Antes
de entrar en materia quiero aclarar que, pese a la impresión que algunos puedan
haber sacado de mi anterior texto, mi satisfacción por el resultado del Consulta
por la sanidad es total.
Y
ello con independencia de que sea poco partidario de echar las campanas al
vuelo, o minimizar las carencias con las que nos hemos movido quienes hemos
participado en su desarrollo y, sobre todo, quienes ha sido capaces de
organizarla.
Dejo
aquí constancia expresa de mi agradecimiento y felicitación a todos (organizadores
y colaboradores, entre los que me incluyo) y mi deseo de que seamos capaces, en
los próximos días, de darle al Gobierno (regional y nacional) una lección de
rigor, transparencia y eficacia con el manejo de los resultados.
Dicho
esto, entro al motivo de estas líneas que no es otro que llamar la atención sobre
un oportuno y bastante bien documentado artículo de Paula Díaz en Público, en
el que hace un repaso histórico del “sordo proceso” legislativo que, desde
mediados de los años 80, nos ha traído hasta el lamentable escenario actual.
A
veces con la participación, el apoyo o incluso la iniciativa de partidos y
sindicatos que hoy se lamentan de los lodos que pisamos, sin querer recordar
las lluvias que los “trujeron” y de las que algunos son, en parte, responsables.
No es demasiado extenso y sí muy
conveniente para poder entender el silencioso proceso legislativo que, amparado
en el desconocimiento, el desinterés, o la conveniencia de algunos de nuestros
representantes políticos y sindicales, ha metido al sistema sanitario público de
nuestro país en una encerrona legislativa y mercantil de la tardaremos bastante en salir
y, además, lo haremos con graves desgarros.
Ahí queda:
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