Yo, que, por pura vagancia y miedo a significarme,
termino por ser casi siempre un tanto ecléctico y busco
explicaciones y disculpas a comportamientos que muchas veces no los tienen, no
sé si, como como dice el Sr. Cayo Lara (actual coordinador de Izquierda Unida) “debería
ser delito despedir con beneficios”.
No sé si habría que llegar a ese extremo y
también dudo, no sé muy bien por qué (supongo que ya empiezo a estar abducido
por el pensamiento de “los 100 economistas”), que ello fuera legalmente viable.
En todo caso, efectivamente, el asunto es, como poco, “obsceno”.
Telefónica, en mitad de la orgía del reparto de
los mayores beneficios de su historia, ¿qué creen ustedes que hace?
Lógicamente, pensarán algunos, reservarán una
parte (aunque sea pequeña) de esos extraordinarios beneficios para repartirla
entre todos sus trabajadores que, al fin y al cabo, son los que los han hecho
posibles.
Pues no.
D. Cesáreo Alierta Izuel (presidente) y el resto
de los consejeros, han acordado que la mejor manera de agradecer a los currantes
su esfuerzo y compartir con ellos la alegría (y los dineros) de los “excelentes
resultados”, es reservar 600.000.000 € (sí, han leído bien seiscientos millones
de Euros, es decir cien mil millones de las antiguas pesetas) para despedir a
una parte de la plantilla.
¡Manda cojones! (con perdón).
Por eso, aunque yo soy un manso y comprendo
perfectamente que la mejor manera de “prosperar” todo el país, es que los ricos
sean cada vez más ricos y así, cuando el dinero ya no haya modo de camuflarlo
en los “balances”, ni en los paraísos fiscales, podamos recoger los billetes
que ya no les quepan en los bolsillos y “compartir” toda esa riqueza, también
comprendo que algunos “extremistas” como el Sr. Cayo Lara cuestionen tal estado
de cosas.
Es más, me sorprende que, visto lo visto
(Telefónica no es el único caso), no se oiga una sola voz en otros partidos,
supuestamente de izquierdas, para denunciarlo.
Hace ya muchos años, llevado sin duda por mi
natural tendencia a la demagogia y el desorden moral, me escandalicé cuando una
empresa que fabricaba cuchillas de afeitar (Gillette) en Sevilla decidió cerrar
la fábrica y despedir a sus (creo) 300 trabajadores, en el mismo año en que
declaraba 700.000.000 (de Pesetas) de beneficio. Y, además, parece ser que
había recibido subvenciones de la Junta de Andalucía.
Tal y como digo, me pareció escandaloso y por
mucho que me lo expliquen “los 100 economistas” creo que nunca dejaré de pensar que “eso” debiera estar prohibido.
Debo ser muy burro.
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