8/1/11

El quid de la cuestión (uno de ellos)

Desde hace ya bastantes años, nuestros gobernantes, o mejor dicho, los partidos políticos que sustentan a nuestros gobiernos, vienen justificando las sucesivas renuncias a sus objetivos políticos (y sociales) e, incluso (aunque esto no lo reconocen), a “sus principios”, con el argumento del posibilismo.

Felipe González, en tiempos de la reconversión industrial, acuñó una feliz expresión con la que justificaba todas las iniciativas que, al menos aparentemente, se daban de coces con el ideario de un partido bastante más Socialista y más Obrero, que el de hoy, que, con perdón de sus militantes y votantes, me parece que de ambas cosas le queda más bien poco.

La susodicha feliz expresión era “La ética de la necesidad” y venía más o menos a informarnos de que había “píldoras” que debíamos tragarnos, no porque nos gustaran o fueran a mejorar nuestra salud, sino como único recurso para lograr otros objetivos más ambiciosos (en aquel entonces pretendíamos “entrar” en Europa), o evitar males mayores, aunque por supuesto, nos decían, eso en nada cambiaría ni nuestra vocación, ni nuestra lucha por la democracia, la justicia social y un mundo mejor y, obviamente, distinto al que habíamos heredado.

También
, en un momento, dado se nos aleccionó sobre la conveniencia de combatir “al enemigo” en su propio terreno y con sus propias armas como la mejor manera de ganarle la batalla.

Estos dos planteamientos no eran más que meras cuestiones tácticas, peones que había que sacrificar para, finalmente, “ganar la partida”

Y lo cierto es que, desde hace ya mucho tiempo, en prácticamente toda Europa, pero con especial intensidad en España, venimos practicando ese bonito arte de combatir al fuego con fuego, con el lamentable resultado que se nos está achicharrando “el solar”


Nuestros gobiernos, supuestamente de centro y centro-izquierda, han venido haciendo concesiones, cuando no practicando políticas claramente de derechas con el fin de, “sanear el tejido productivo”, “reducir los desequilibrios”, “garantizar las futuras pensiones”, o “calmar a los mercados”.

Y el resultado manifiesto es que, ni han saneado el tejido productivo, ni han reducido los desequilibrios (más bien los han aumentado), ni el más tonto ignora que no se trata tanto de salvar las pensiones públicas cuanto de recortarlas (y, además, garantizar el beneficio de quienes viven a costa de “gestionar” los fondos de pensiones privados), ni, mucho menos, han calmado a los “mercados”. Unos mercados que, cada día que pasa y en cuanto no se les concede su último antojo, amenazan con incendiar el país y mandarnos al tercer mundo. (ahora en enero volveremos a empezar)

Y lo más grave es que esto lo está haciendo un gobierno que llegó con la promesa y la voluntad de hacer todo lo contrario y que, en cuanto los vientos han soplado en contra, en lugar de arriar velas y ponerse “al pairo” para capear el temporal que es lo que hacen los navegantes cuando pretenden seguir en el mismo “rumbo”, han virado en redondo y da la sensación de que han desplegado el “spinnaker” (esa vela gigantesca con forma de balón,), con el fin de llegar cuanto antes al sitio del que prometieron alejarse.

Y todo ello con el cuento de que “es por nuestro bien”
. Es decir la mejor manera de que no puedan desmantelar nuestro estado de bienestar es desmantelarlo nosotros mismos. Como el que vendió el coche para comprar gasolina (para el coche).

Me recuerda en cierto modo a aquello de la “política de tierra quemada” con la única diferencia de que los que arrasaban las ciudades y los campos ya no pensaban en volver a ellos, en tanto que nosotros estaremos obligados a vivir en semejante desastre.

Una estupidez, desde mi punto de vista.

Vicenç Navarro, en el artículo que te adjunto, lo explica bastante mejor que yo y nos abre los ojos sobre los resultados de semejantes “estrategias”

http://www.attac.es/por-que-perdieron-las-izquierdas-en-suecia-la-relevancia-para-espana/

Saludos.

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