Hace ya casi 30 años, una persona poco sospechosa de connivencia ideológica con el “capitalismo” y mucho menos con el neoliberalismo que, más o menos desde entones, nos gobierna, lanzaba, entre otras, la idea de “la obsolescencia programada” de los bienes de consumo como mecanismo para poder planificar sensatamente la economía.
Esa persona era Julio Anguita González y, a la sazón, ejercía como alcalde de Córdoba. Primer alcalde democrático de la ciudad desde 1936 y elegido como candidato del Partido Comunista de España.
Recuerdo que hube de escuchar repetidas burlas a esta teoría, tanto por parte de los “entendidos”, economistas, empresarios (de medio pelo, que es con los que me trato), sociólogos y políticos en ejercicio, como por parte del “pueblo llano” en su triple acepción de, “progres”, “gentes de orden” y “apolíticos”, que es la manera vergonzante de reconocer que uno es tan de derechas que, si es preciso, está dispuesto a negarlo.
Pienso que fundamentalmente el menosprecio iba realmente dirigido a la persona más que a la idea en sí.
Por parte de los “entendidos” porque no iban a permitir que un “comunista” les diera lecciones de economía sin proponer la destrucción del capitalismo o, al menos, la colectivización de los medios de producción.
Por parte de los “progres”, porque el personaje andaba haciendo sombra a la izquierda “oficial” y sensata, es decir a aquella cuya máxima “utopía” consistía en aspirar, algún día, a lo que en Europa ya habían logrado, hacía tiempo, democristianos y socialdemócratas tras la II Guerra Mundial. Y no era cosa de permitir que un “cantamañanas”, “utópico” (pese a que resultó ser un buen gestor en la alcaldía de Córdoba), que además andaba ejerciendo de “Pepito Grillo” de la mala conciencia de la “izquierda en el poder”, viniera dando lecciones de nada.
Por parte de las “gentes de orden” y los “apolíticos”, porque sospechaban que tras dicha propuesta, y otras como la “sostenibilidad” (sí, sostenibilidad, en aquellos años 80), se agazapaba la voluntad de terminar aboliendo el derecho de propiedad y el orden social establecido.
Viene todo esto a cuento de un artículo publicado en “Expansión.com”, medio poco sospechoso de inclinaciones marxistas ni colectivizadoras, en el que se hace un repaso de, cómo la industria, desde hace ya mucho tiempo, había puesto en práctica dicha idea, aunque no con la pretensión de organizar un ciclo de consumo socioeconómicamente sostenible, sino, pura y simplemente, para obligarnos a “tirar” objetos que podrían funcionar perfectamente durante mucho más tiempo, con el fin de vendernos otros nuevos que habríamos de “comprar”.
http://www.expansion.com/2011/01/04/empresas/distribucion/1294179712.html
No pretendo con ello reivindicar a D. Julio Anguita, quien por cierto desde hace algunos años vive de su pensión de maestro jubilado tras haber renunciado a la de ex-diputado, sino, sobre todo, retomar una idea que, pese a las burlas de algunos y el miedo de otros, nunca dejó de estar vigente y que, debidamente reconducida, no con el fin de vender más, sino de “producir mejor” y con mayor respeto al planeta tierra, debiéramos ir interiorizando en nuestros usos diarios.
Tras la resaca de consumo de estas fiestas, me parece un bonito tema de meditación.
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