9/11/14

¡Enhorabuena, catalanes! (Y, también, a todos nosotros)



Una vez más los catalanes, es decir el pueblo catalán (porque está claro que tienen conciencia de identidad propia) nos han dado una lección de ciudadanía al resto de los españoles.
Y, un vez más también, lo han hecho pese a las malas artes, el oportunismo, las amenazas y la masiva publicidad (disfrazada de “información” o “análisis) con la que se ha intentado ensuciar, enfatizar, ningunear y minimizar el deseo de una buena parte de los catalanes (probablemente la inmensa mayoría) de ser escuchados y, sobre todo, respetados.
No creo que sea necesario insistir en mi escaso aprecio por los nacionalismos (el español incluido).
Ni tampoco en la pésima opinión que tengo de los dirigentes de ese partido llamado Conveniencia y Unió que, a mi juicio, es fundamentalmente es una “maquinaria de poder” al servicio personal de la burguesía ilustrada (y cleptómana) catalana.
Partido que viene agitando la zanahoria de la secesión como medio de que los ciudadanos tiren del carro de un gobierno que no la desea, pero que en dicho carro transporta las privatizaciones, la liquidación de los servicios públicos y los derechos sociales y (a lo que venimos viendo desde hace unos años) una corrupción económica galopante y, a estas alturas, tan descarnada como la de la mafia siciliana.
Hecha esta aclaración, tengo que decir que estoy gratamente sorprendido del civismo y la cohesión de la que han hecho gala tanto los catalanes (de quien nunca he dudado) como los impulsores y los organizadores a los que he venido sistemáticamente criticando.
Mediáticamente hablando, este pulso lo han ganado los Sres. Junqueras y Más y lo han perdido, por goleada, el Sr. Rajoy y el gobierno central que –imagino- pretenderá agitar el espantajo de la disolución de España, como artimaña para que no nos fijemos en las vergüenzas de su corrupción, su saqueo de lo público, su desgobierno y su permanente genuflexión a los poderes del dinero.
El problema es que “la parroquia” está un tanto soliviantada y ya incluso sus propios feligreses empiezan a estar hasta las narices y a desertar de sus filas.
Por esa razón es por la que, con todo respeto y cariño, aparte de darles la enhorabuena a los catalanes, cuya voz es cada vez más difícil de callar, les doy las gracias, porque este empeño suyo (zurriburri nacionalista lo llamo yo) va a servir de catalizador del cambio político (a mejor, esperemos) de este país.
Y por ese motivo extiendo la enhorabuena a todos nosotros, los que ni hemos votado, ni somos especialmente amigos de nacionalismos, pero deseamos y defendemos la democracia, la libertad de elección y el diálogo.
A estas horas ignoro los resultados del recuento.
Pero el hecho de que dos millones de ciudadanos hayan acudido organizada, cívica y festivamente a decir lo que piensan es un espectáculo de madurez social y política además de un gesto de autoridad moral que no podremos ignorar
En su huida hacia delante el Sr. Mas, que de tonto no tiene un pelo, ha salvado hoy los trastos.
Pero es muy probable que mañana (es decir dentro de unas semanas) esos mismos catalanes que hoy han acudido a la consulta le pasen la factura de su incoherencia política y su marulleo. (Yo no lo voy a lamentar).
En cuanto al Sr. Rajoy, mucho me temo que su salida consista en tocar las campanas “a rebato” y, aprovechando el barullo, anticipar la convocatoria de las elecciones generales a la desesperada para ver si, pillados todos a crontrapié, consigue no ser expulsado del poder.
Confío en que, si lo hace, le salga mal también esa jugada.
Saludos. 

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