12/10/13

¡Valiente pendejo!



No me considero demasiado proclive al insulto o descalificación de casi nadie por muy poco que me gusten sus opiniones.
Pero lo cierto es que la expresión “valiente pendejo” es la que me vino a los labios cuando leí el titular.
Y cuando terminé de leer la información me ratifiqué en lo dicho.

El Sr. Pissarides (Cristóbal Antoníu Pissarides), grecochipriota de nacimiento, economista de profesión, neoliberal de vocación (supongo) y premio Nobel de economía en 2010, no es precisamente un lego que desconozca el funcionamiento del “mercado” de trabajo.
Lo que pasa es que él (y otros muchos) lo ve exactamente como eso: únicamente un “mercado” en el que la mercancía se compra y se vende.
Y le trae al fresco el que dicha mercancía sea el pellejo de seres humanos que, en lugar de ser objeto de compraventa en función de las fluctuaciones de la oferta y la demanda, debieran ser sujetos de derechos, cuya garantía tendría que estar por encima de toda consideración; ya que la única misión del Estado es el velar por el bienestar y los derechos de los ciudadanos que lo conforman.
Y así este buen señor, en lugar de proponer que se unifiquen los tipos de contrato “al alza” para igualarlos a los que garantizan el respeto a los derechos laborales (que, dicho sea de paso, permitieron 60 años de creación de riqueza y disminución de desigualdades), propone rebajarlos al nivel de los más precarios.
Y ello con el agravante (y la incoherencia) de que, a la vez,  reconoce que, si no hay poder adquisitivo, tampoco habrá consumo que pueda incentivar la economía.
Y lo más  sangrante es que (convencido estoy) este sujeto que predica la supresión de los derechos y la rebaja de sueldos, seguramente ganará en 15 días lo que el común de los mortales no juntamos en un año de trabajo.
Y, además, este individuo, que predica la rebaja (o eliminación) de las indemnizaciones por despido, tendrá seguramente un “blindaje” en su contrato (o contratos) con cuyo importe usted o yo posiblemente podríamos retirarnos definitivamente a la “vida contemplativa”
A sí que, lo dicho: ¡Valiente pendejo!     
Saludos.




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