25/8/13

Una interesante reflexión y una clasificación interesante



Aunque a principios de año cancelé mi suscripción a el diario El País, mantengo la costumbre de comprarlo los domingos para poder leer a ese notable cascarrabias que es D. Javier Marías, al socio-poeta D. Manuel Vicent y a otras cuantas personas inteligentes y, a mi modesto entender, medianamente independientes.
Pues bien: En el primer repaso (tras la comida suelo hacer otro) me he topado con un artículo del sociólogo de cabecera (de El país) D. José Juan Toharia (no confundir con su hermano D. Manuel Toharia)quien, bajo el título “Por qué no se hunde España”, analiza, a mi juicio con bastante acierto, las razones por las que, pese al aluvión de corrupción, incompetencia, desvergüenza y saqueo al que estamos asistiendo, aún no están ardiendo las calles.
Viene a decir, más o menos (y en ello coincido), que, pese a la degradación de los últimos años, los españoles (y el propio Estado) aún disponemos en nuestras “despensas”  de algunas reservas morales de  las que nutrirnos.
Y, por eso, somos capaces de sobrevivir y respirar en esta asfixiante jungla en que se han convertido las sociedades “democráticas” en general y la española en particular.
Para apoyar su razonamiento ofrece una tabla de clasificación del nivel de aceptación y confianza que las distintas instituciones alcanzan entre la ciudadanía española.

Tengo que decir que mi impresión es que dicha clasificación es correcta en cuanto a su fiabilidad, aunque, desde mi personal punto de vista, viene a demostrar la escasa cultura política que, en general, tenemos.
Yo, que intento ser cada día algo menos inculto, me inclino más por la labor de los inspectores de hacienda y las universidades que por las fuerzas armadas, la policía, o la guardia civil.
Y me fío bastante más de los jueces (de a pie) y fiscales, que del Tribunal Supremo, o el Constitucional.
Y, pese a mis reservas, mucho más de los sindicatos que de las multinacionales y las grandes empresas.
Y muchísimo más de los ayuntamientos, los políticos  (de “a pie”) y las comunidades  autónomas (pese a los nacionalismos) que del Príncipe de Asturias y el Rey.
Pero es que yo, como saben quienes me conocen, soy un tanto rarito, además de un ingenuo y optimista impenitente.        
En todo caso considero un ejercicio saludable tanto la lectura del susodicho artículo como la “reclasificación” de dichas instituciones según nuestro personal sentir.
Ahí queda la “plantilla” para que cada quien haga su propio “ejercicio”.

Saludos   

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