Leo
en los periódicos que “El
Congreso debatirá la próxima semana una propuesta para declarar el 18 de julio
como Día de condena del franquismo” e instintivamente se me antoja como una
“salida de pata de banco”.
El
episodio me recuerda a aquella ocurrencia, hoy felizmente olvidada, de
dinamitar la cruz y la cavernícola (en todos los sentidos) iglesia del valle de
los Caídos.
Obviamente
no va a prosperar y eso lo saben los proponentes. Pero quizá no han calibrado
que con esta propuesta más que poner en evidencia a quienes se nieguen a
aprobarla (que, en mi modesta opinión, harán bien) lo único que (quizá)
consigan es darles un poco más de oxígeno a los nostálgicos del franquismo y
que el hoy ya olvidado 18 de julio vuelva a ser una referencia de “algo”.
Preferiría
insistir e insistir (que se retraten quienes se nieguen) en recuperar la
asignatura de Educación para la ciudadanía.
Y
eso sin perjuicio de seguir reivindicando la recuperación de la memoria histórica
y el desagravio civil a las víctimas de ese mismo franquismo que me niego a
seguir dando cuerda.
Saludos.
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