Ahora
que ya ha pasado el aniversario (2º aniversario) quiero dejar constancia de que,
en mi opinión, lo conseguido (lo que se está consiguiendo) supera con creces lo
que podía esperarse de una sociedad individualista e “imbecilizada” (el palabro dudo que exista en castellano) por
el consumo fácil (a crédito), el fútbol y las series de televisión.
Lo
cual no significa que no nos quede un largo y trabajoso recorrido, mental,
moral y temporal hasta que logremos hacer valer los sentimientos y la lucidez
que (a palos) vamos acumulando.
Alguna
gente, a estas alturas, ya se está haciendo un traje con las tiras de la piel de
un bipartidismo que, como opinamos muchos (y muchos, mucho más autorizados que
yo) aún no está en absoluto liquidado, sino que coyunturalmente está pasando un
“mal momento”.
Pero,
a mi entender, no es tiempo de "cosechar", sino de "cuidar el sembrado".
No soy quien para recomendar lo que conviene.
Pero en mi opinión sería un error que, los que estamos hasta el colodrillo del sistema (económico, político, electoral, . . .), entráramos al trapo de “entrar en política” (es decir competir dentro de las normas del juego establecido)
En política ya estamos. Mucho más de lo que algunos quisieran.
Y sin deberle nada a nadie y sin tener que callar ante nada “porque no conviene” (a alguien)
Quizá
haya huérfanos ideológicos, o políticos, a quienes les gustaría que les “llevaran
de la mano”.
Pero eso les impediría aprender a andar solos, a pensar por sí mismos, a acertar (y equivocarse) sin miedo a su propia libertad y con la valentía de saber que las guerras solo se pierden cuando se renuncia a ganarlas.
Pero eso les impediría aprender a andar solos, a pensar por sí mismos, a acertar (y equivocarse) sin miedo a su propia libertad y con la valentía de saber que las guerras solo se pierden cuando se renuncia a ganarlas.
El mero hecho de estar desperezándonos mental y moralmente, es la verdadera revolución (o su comienzo) aunque no lo parezca.
Luis García Montero hace hoy en su artículo un lúcido balance de estos dos años.
Como suele ser habitual su texto es corto y claro. Y leerlo, al menos para mí, un placer.
Saludos.
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