Desde
los años de Reagan y quizá antes aún se acuñó la expresión “Matar de hambre a
la bestia” para sintetizar la idea de que, como resultaba impresentable (entonces)
suprimir por decreto los derechos sociales, (sanidad, educación, pensiones, . .
.) la mejor táctica para llegar a ello era reducir los ingresos del Estado (la
Bestia) de modo que no pudiera afrontar su mantenimiento.
Esta
filosofía, que, en contra de lo que yo pensaba no corresponde a ninguna frase
pronunciada por nadie, se ha terminado convirtiendo en un eslogan “starve the beast” y es el faro que
guía las naves del neoliberalismo hacia el puerto del “todo es mío” y usted
tendrá que “comprarlo” quiera o no, porque la salud, la educación, el agua, e
incluso el aire que respira, sólo los merece aquel que pueda pagárselos.
Bueno,
pues visto el excelente resultado que les está dando esta estrategia, propongo
que humildemente reconozcamos su sabiduría y la pongamos en práctica también
nosotros.
Supongamos
que “la Bestia” no es el Estado que hasta hoy, mejor o peor, nos viene garantizando,
salud, educación, protección contra el desempleo, pensiones de jubilación y
algún que otro derecho más.
Supongamos
(yo estoy plenamente convencido) que “la Bestia” son “los mercados” que se dedican
a comprar y vender dinero (nuestro propio dinero) sin producir otra cosa que
sobresaltos, desequilibrios y aumentos de precio de todo lo que realmente
necesitamos. Y, peor aún, utilizando dicho poder para vaciarnos los bolsillos
de los dineros, los menguados bolsillos de los “derechos” y los, en estos
momentos, exhaustos bolsillos de “las ilusiones y la esperanza”.
Si no podemos "matarla", al manos dejemos de "alimentarla"
Poder,
se puede y hay muchas maneras de hacerlo.
Hoy
voy a exponer dos que me parecen muy sencillas, que no nos costarán dinero y que
están al alcance de casi todos nosotros.
Transcribo
la “proclama” que excreté hace unos cuantos meses con motivo de la acampada de la
Puerta del Sol con la intención de convertirla en una “octavilla” cosa que por
unas cosas u otras finalmente aún no he hecho.
Quizá
valga la pena empezar por cosas así.
Por
lo menos dejamos de echar gasolina a la hoguera que nos abrasa.
Y
no nos engañemos, una buena parte de nuestros ahorros ya no existe, por eso es
por lo que hay que rescatar y rescatar el sistema financiero aportándole fondos
públicos (nuestros, de todos), para que no se descubra la “estafa” y se
derrumbe el sistema.
El
problema es que para que “ellos” puedan salvar la cara, mientras siguen robando
a manos llenas, tenemos que volver a darles previamente todo el dinero que
previamente volatilizaron y que ahora duerme en las cuentas cifradas de los paraísos
fiscales y los patrimonios de los infinitamente ricos, los de toda la vida y
algunos patanes y mafiosos subidos recientemente “al carro”.
Sinceramente,
pienso que no podemos mantener “su tren de vida” y "rapiña".
Saludos.
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