Mi inexperiencia en los usos y costumbres de las publicaciones en “la red”
y mi ingenuidad (o mentecatez) sumadas en este caso a una cierta falta de
rigor, me llevaron, ayer, a propalar el infundio de atribuir a Arturo Pérez-Reverte
un texto que algún “avispado” (pendejo, más bien) puso en boca de dicho señor
como señuelo para una convocatoria de una manifestación que aparentemente
llamaba a la indignación contra los atropellos del “sistema” y colaba de rondón
una serie de afirmaciones que a mi entender eran impresentables.
En primer
lugar: el texto no era de Arturo Pérez-Reverte,
como me ha hecho saber Daniel (Dan San, para los amigos) sino de un señor llamado
Jesús Sanz Astigarraga. Y se trata de una “carta al director” publicada en el diario
de Navarra el día 9 de diciembre de 2010 http://www.noticiasdenavarra.com/2010/12/09/opinion/cartas-al-director/espanoles-sois-idiotas .
Así que lo primero: pedir públicas excusas al Sr.
Pérez-Reverte (a quien, probablemente si le llegaran, le importarían un carajo, tanto mi opinión, como mis
excusas) y ratificar el resto de lo dicho; coincido con las afirmaciones (del
sr. Astigarraga) de la primera parte del texto y cuestiono y me desmarco de una
buena parte del resto por parecerme injustas y “sospechosas”
En
segundo lugar: aclarar que el enlace “mezclar churras con merinas” era una mera
aclaración para el
respetable, intentando que cuando utilizamos expresiones de ese tipo sepamos, más
o menos de qué hablamos.
Pero se ve que, ni se notó mi intención, ni tampoco
atiné a colocar el enlace (Transcribo a continuación el texto) sacado de una página
llamada xatakaciencia.com.
Todos hemos oído
alguna vez la expresión “no
confundir churras con merinas”. Sin embargo, entre las
generaciones más jóvenes, que saben muy poco de la vida en el campo, se
comienza a olvidar el origen de la expresión.
La mayoría,
seguramente, aún recuerda que las churras y las merinas son dos tipos de ovejas. Aquí
llega el quid
de la cuestión, ¿por qué no se deben mezclar ambas? La explicación más
inmediata es que individualmente son fáciles de distinguir, pero una vez
perdidas en la multitud del rebaño es complicado y laborioso separar unas de
otras.
¿Sabrías distinguir
quién es la churra y quién la merina en la foto? Y, lo que es más importante,
¿por qué querríamos mantener ambas separadas? Para conocer el motivo, debemos
saber un poco más de nuestras protagonistas de hoy, las churras y las merinas.
Churras
Las churras son ovejas
autóctonas de Castilla.
Sus características físicas más reseñables son su lana larga y basta, y su
cabeza desprovista de pelaje en la que destacan las habituales manchas negras
en los ojos, el hocico y las orejas.
Se trata de animales
frugales y resistentes, por tanto óptimos para las extremas condiciones
climáticas y la escasez de pasto de la Meseta
del Duero. Son muy apreciadas por su carne y su leche. Esta
última es utilizada para elaborar excelentes variedades de queso.
En cuanto a la carne,
precisamente el lechazo
churro asado es uno de los mayores manjares de la cocina
española. (El término lechazo
hace referencia a que son crías que aún se alimentan de leche materna). En
concreto, la villa de Aranda de Duero ha alcanzado fama nacional por su
lechazo, y son muchos los ‘asadores arandinos’ repartidos por España, aunque es
típico de toda la región de Castilla
y León.
La raza churra está
protegida y se están llevando a cabo programas de mejora genética.
Además, la carne de lechazo churro debe estar certificado por la Indicación
Geográfica Protegida del Lechazo de Castilla y León.
Fuera de esta región
no se encuentran muchas churras, con lo cual, la posibilidad de mezclar churras
con merinas tiene bastante más sentido en Valladolid que en Bogotá o Barcelona,
por poner dos ejemplos. Existen variedades de churra en Aragón (churra tensina) y
Andalucía
(churra lebrijana)
procedentes de la raza castellana original. Ambas están en peligro de
desaparición.
Una descendiente muy
especial de la oveja
churra es la raza navajo-churro,
que los indios
navajos empezaron a criar después del contacto con los
colonizadores españoles, viendo que se trataba de animales muy resistentes a
condiciones de cría difíciles. Forma parte de la cultura de estos indios, que
curiosamente valoran su lana tanto como su carne.
Como apunte adicional,
la palabra churro
parece venir de churre,
que significaba “pringue gruesa y sucia” según el diccionario etimológico de
Joan Coromines. Esto hace referencia al carácter más basto de su lana.
Merinas
Si la churra era la
oveja dura y resistente que tenía como destino alimentar con su carne y su
leche, la merina
era la niña mimada del establo, la que producía la valiosa lana. Si el
nombre de la churra tenía un origen despectivo, el de la merina procede de los
Merinos de Castilla, que eran las figuras de máxima autoridad en sus comarcas.
A su vez, esta palabra deriva de la misma raíz latina que la palabra francesa maire o la
inglesa mayor
(‘alcalde’).
La raza nació en la
región de Andalucía,
en el sur de España, pero sus raíces se sitúan en el norte de África o
incluso oriente próximo. De hecho, una segunda teoría asocia el origen del
nombre en la tribu de los benimerines,
que habrían sido los que introdujeron la raza durante la época de dominación
musulmana en España.
Su cuerpo es compacto,
con las patas y el cuello cortos. Su pelaje (que, a diferencia de las churras,
cubre la parte superior de la cabeza) refuerza este aspecto compacto. La lana
de las merinas es densa, rizada y blanquecina. Raramente presenta manchas.
La lana de la oveja merina
estaba considerada la más fina y suave de todas. Esto supuso una gran riqueza
para Castilla, que privilegió la cría de ovejas merinas fundando el Real Concejo de la Mesta.
La Mesta llegó a poseer una red de cañadas reales (aún hoy de titularidad
pública) por las cuales las ovejas tenían prioridad en sus rutas de trashumancia
o migración estacional a lugares más calidos durante el invierno.
La oveja merina se
extendió pronto desde Francia
al resto de Europa, y desde allí a todo el mundo. Muchas razas actuales
(Rambuillet, Vermont, etc.) son descendientes de la merina. La merina australiana
(que aún coserva el nombre) es tan popular en su país que por cada habitante
hay cien ovejas merinas.
Así pues, no nos
interesa mezclar las ovejas que nos dan buena carne y leche con las que dan
buena lana. Mezclando churras con merinas obtendríamos peor lana que la merina
pura, y la carne y los quesos serían menos sabrosos que los obtenidos con
ovejas churras.
De esta manera, espero
que haya quedado claro por qué no
se debe mezclar churras con merinas. Y por cierto, ¡espero que
después de esto ya sepáis distinguir ambas en la foto!
Y,
en tercer lugar: dejar constancia de que la expresión correcta es “urbi et orbi” en lugar de urbi et orbe como muy atinadamente, y para mi vergüenza, me
ha hecho saber mi amigo “Bernie”.
Lo que se dice: un desastre.
Intentaré, en la medida que lo permitan mis entendederas,
tentarme la ropa antes de propalar alegremente infundios, inexactitudes y
expresiones “cultas” con faltas de ortografía y manchas de chorizo en el papel.
O sea, “el aguador aguado” (y que cada cual busque
el origen de la expresión).
1 comentario:
Seguro que Arturo ahora duerme mejor por las noches
;-)
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