2/3/13

Aunque tiene razón, esperemos que pueda evitarse


Mal que me pese tengo que reconocer que ese viejo cascarrabias que es D. Juan Francisco Martín Seco, tiene más razón que un santo.
La tuvo cuando, hace muchos años, nos previno, junto con otros cuantos economistas, sobre el desastre que significaba la entrada de nuestro país en “el Euro”.
Y, lamentablemente, la tiene ahora cuando afirma que por este camino no vamos a parte alguna.
Incluso yo, que -como he contado muchas veces- fui un entusiasta de la moneda única, mirándolo desapasionadamente, tengo hoy que reconocer que muy probablemente estaríamos mejor fuera, que dentro.
Tanto es así que en estos momentos tanto me da el permanecer como el salirnos.
Mi única duda es si los europeos tenemos capacidad y tendremos “agallas” para darle la vuelta a la situación (sin salirnos).
Personalmente, antes de desbaratar una serie de innegables “ventajas” que nos ha traído la “integración” (inexistencia de fronteras, simplificación de pagos, trasvase de fondos para el desarrollo, becas Erasmus, . . .) preferiría que, intentando mantener toda esa “parte buena” de la “miniglobalización europea”, fuéramos capaces de ponerles un bozal (de acero, a poder ser) a los mercados, abolir o desactivar toda esa serie de organismos supuestamente independientes que efectivamente no rinden cuentas ante nadie (salvo el mundo financiero) y propiciar una integración fiscal y política hoy inexistentes.
¿Difícil?, seguramente sí. Y mucho.
Pero no imposible.
Cada día que pasa me va interesando más el impresentable e inoperante Parlamento Europeo (754 diputados).

Parlamento que hoy es una especie de cementerio de elefantes al que (salvo honrosas excepciones) se envía a los políticos que estorban en casa y a los que conviene tener “agradecidos” y “bien alimentados” para que, por un lado, no estorben en sus propios países y, por otro, mercadeen entre ellos el reparto de cuotas de poder y pongan límite a cualquier decisión que pueda hacer peligrar el “statu quo”.
Dicho Parlamento a día de hoy tiene 462 diputados “de derechas” (incluida la extrema derecha), 184 “socialistas y socialdemócratas”, que en mi opinión propician políticas de derechas y 90 diputados “de izquierdas” (Los Verdes y la Izquierda).
Con semejante composición, en la que tan sólo un 11,94% de los diputados son mínimamente progresistas un 61,27% representan a todas las derechas europeas y un 24,40 % aunque se dicen “socialistas y socialdemócratas” son (en mi opinión) meros compañeros de viaje de los poderosos, y quienes -con el cuento de la “tercera vía”- les abrieron la puerta a los mercados, lo increíble es que no estemos aún peor.
Pues bien: En junio de 2014 vuelve a haber Elecciones Europeas y en esta ocasión será el Parlamento quien designe el Presidente de “La Comisión”.
Estos tinglados que nos resultan tan lejanos son mucho más poderosos de lo que nos cuentan y en ellos reside la capacidad legislativa “Parlamento” y (aunque escasa por lo ridículo de su presupuesto) ejecutiva “Comisión”.
Convendría ir explicando que en esas elecciones -que para cada país son en circunscripción única- no existe el voto útil y todos los partidos necesitan el mismo número de votos (en su país) para conseguir un escaño.
Quizá, tal y como están las cosas (si no hemos descarrilado de aquí a junio de 2014) valiera la pena plantearnos (además de otros objetivos) el darle la vuelta a esta “tortilla”.
Si no, más nos vale ir recogiendo los bártulos y, como dice Martín Seco, abandonado “la ratonera” en que han convertido a Europa.
Saludos.

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