27/10/12

Reflexiones ante la próxima huelga general del 14 de noviembre (I)

Es obvio que la próxima Huelga General no cambiará el mundo.

Exactamente igual de obvio es, también, que la “gran mayoría” de las decisiones gubernamentales (hablo de nuestro país) perjudican a la “gran mayoría” de los ciudadanos y benefician, fundamentalmente, a la banca (nacional y extranjera) y a los inmensamente ricos, a través de los beneficios de las grandes empresas.
Y también parece obvio que, a la “gran mayoría” de los ciudadanos (entre la que me incluyo) nos parecen injustas, innecesarias y evitables dichas decisiones gubernamentales.
Siendo así, no llego a entender la cachaza con la que nos enfrentamos a la convocatoria de la huelga.
No es que estemos en contra. Pocos lo están. Y menos aún aprueban el actual “estado de cosas”.
Incluso, si nos tiran de la lengua, admitimos que así no queremos seguir y que este camino no lleva a parte alguna.
Y sin embargo, el día 14 de noviembre, haremos vida normal.
Porque la huelga no sirve para nada.
Porque ya estamos “de vuelta”
Porque la convocan los sindicatos (¡valientes pájaros!)
Porque la cosa (de momento) no va con nosotros.
Porque no apetece nada tener que asumir, al día siguiente, que uno hizo el "canelo" sumándose a una apuesta de antemano fracasada.
Por pura pereza y rutina (uno tiene cosas qué hacer).
Bien, pues gracias a todas esas no-razones, D. Mariano Rajoy y las “gentes de bien” para quienes gobierna, podrán afirmar al día siguiente que, si unos pocos hicieron huelga, fueron mucho más los que “decidieron” no hacerla.
Y yo me permito afirmar que la gran mayoría de “esos” no decidió “nada”.
    
Se limitó a rodar por las horas del día con la misma indiferencia que todos los demás días, sin molestarse en pensar si procede o no procede, sin posicionarse “a favor”, ni tampoco “en contra”, dejando que las cosas “ocurran” y sumando inercia a los que medran a costa de la inercia.
En mi opinión, y aún a riesgo de parecer maniqueo, resulta difícil, desde la razón, ignorar la importancia de la huelga convocada (conjuntamente con algunos otros países europeos) para modificar, aunque sea levemente, el rumbo de colisión que lleva la nave del mundo que llamamos “desarrollado”.
Se puede estar a favor, o en contra, de dicha convocatoria, y eso es algo.
Y debiera obligar a pensar.
Y a actuar.
Lo otro, la inhibición, aunque uno piense que la asume porque ya “está de vuelta”, muy probablemente, no es más que la impotencia de quien, no sólo no sabe dónde está, sino, peor aún, no sabe a dónde quiere ir.
Y dejo constancia de mi respeto por los muchos que aun queriendo hacer huelga, o trabajar, terminarán haciendo lo contrario; bien porque pueden perder su puesto de trabajo, o bien porque les pueden romper las lunas del vehículo, o estigmatizarles.
Mis respetos para quienes deciden.
Mi decepción por quienes “pasan”.

Sobre todo cuando ese “pasar” contradice su discurso diario acerca de la actualidad política, social y económica en la que viven.

Saludos.
 

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