"Estrechar el cerco"; Esa
es una de las cosas que, sin perjuicio de otras muchas, podemos ir haciendo
todos los ciudadanos que consideremos que nos están “robando”.
Y
cuando digo robando, me refiero tanto a las cosas materiales como el dinero
(algunos bancos y compañías suministradoras), como inmateriales que, pese a ser
un asunto aparentemente más “gaseoso”, son mucho más importantes, como por
ejemplo: Los derechos (a la salud, a la vivienda digna, a la educación, al
trabajo remunerado, al descanso -también remunerado-, a las pensiones -cuando
ya no se trabaja-, al acceso a la justicia . . .) y otros aún más intangibles
como son: La dignidad, las ilusiones, la alegría y el respeto por parte de
aquellos que, se supone, nos representan y administran el poder que hemos
puesto en sus manos.
Estrechar
el cerco consiste en no tolerar actuaciones o conductas que consideremos
inmorales o lesivas para el bien común o nuestros legítimos derechos.
Si
lo hacemos, si quienes gobiernan llegan a la conclusión de que habrán de responder,
civil y penalmente (además de políticamente) de sus actos, es muy posible que “se
tienten la ropa” antes de tomar determinadas decisiones.
Viene
esto a cuento de la pública denuncia que han destapado algunos facultativos a
cuenta de la decisión de la Consejería de Sanidad (Sres. Güemes y Lasquetty) de
desviar las analíticas de la Sanidad Pública que (pese al injustificado desmantelamiento
al que arbitrariamente la están sometiendo) dispone de excelentes y suficientes
laboratorios con personal cualificado, hacia laboratorios privados, que, por un
lado cuestan un dinero adicional al contribuyente (malversación de caudales
públicos) y, por otro y mucho más grave, han supuesto retrasos y pérdidas de
tomas de muestra que en algún caso pueden haber puesto en peligro la salud, o
incluso la vida, de los pacientes (delitos contra la salud).
Parece
que, además de la pública denuncia (mediática), que servirá para desacreditar
(aún más) a sus ya desacreditados autores, se va a presentar otra ante el juzgado (o la
fiscalía), que servirá para que ya no baste con responder ante dios y la
historia, sino también ante los jueces. Y, además, personalmente.
Estrechar
el cerco es que los infelices semi-asalariados de D. Arturo Fernández (la mitad del sueldo
era en dinero negro) denuncien a su “explotador” ante la Inspección de Trabajo
para que tenga que responder ante la Seguridad Social, la Agencia Tributaria y
los tribunales laborales.
Estoy
convencido de que esos trabajadores, aun realizando las declaraciones
complementarias del dinero negro de los últimos cuatro años saldrán ganando con
el reconocimiento de los derechos laborales y las retenciones que tendrá que
pagar el golfo de su “amo”.
Pero,
sobre todo, habrán recuperado su dignidad y ayudado a otros trabajadores que
actualmente son víctimas de buitres parecidos disfrazados de empresarios.
Estrechar
el cerco es que, cuando tengamos la sospecha de que nos quieren mandar a un
hospital o clínica privada (o privatizada) con el cuento de la lista de espera
en nuestro hospital o centro asistencial habitual, nos neguemos en redondo, exijamos
los datos de quien nos llama y acudamos a nuestro propio centro a comprobar si
de verdad hay tanta lista de espera para, en caso de no ser cierto, presentar
la correspondiente denuncia.
Estrechar
el cerco es también, y nada tiene que ver con la “delación”, que cuando
cualquiera de nosotros, en el ejercicio de nuestra profesión apreciemos este
tipo de irregularidades, en primer lugar intentemos impedirlas si dependen de
nuestra colaboración y si ello no es posible, las denunciemos; Primero por los “cauces
reglamentarios” y, si fuera preciso, ante la opinión pública y los medios de
comunicación.
Estrechar
el cerco es también, y nada tiene que ver con la revelación de secretos, el sacar
a la luz pública todos aquellos datos que celosamente ocultan los depredadores
que manejan los intereses públicos (contratos, pagos, sobresueldos, recursos
infrautilizados, o indebidamente utilizados en provecho de particulares, . . .)
Y
finalmente y aunque en ocasiones resulte desagradable, estrechar el cerco es
también, negarles el saludo a aquellas personas con las que nos cruzamos a diario,
pero de las que sabemos que incurren en los comportamientos antedichos,
o simplemente se escaquean en el trabajo, o roban los bolígrafos, los folios y el
papel higiénico.
El
vacío social puede ser un buen antídoto, si no contra la gran corrupción, al
menos contra las corruptelas y las negligencias.
Por
supuesto para poder tirar la primera piedra conviene estar previamente “libres de
pecado”; Cosa que quizá hasta hoy no podamos acreditar, pero que podemos poner
en práctica a partir de mañana mismo.
Ahí
quedan tres enlaces sobre el particular.
Yo
voy a intentar aplicarme a ello.
Saludos.
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