Llevaba casi cuatro
meses esperando (Como otros muchos ciudadanos) el final de “teatrillo” en que
los diputados independentistas de Cataluña han convertido la elección de un
Presidente y la formación de un nuevo gobierno.
Para evitar
malentendidos, me declaro favorable a que se realice una consulta (Referéndum,
o lo que sea) que, con unas reglas razonables, tenga efectos legales
vinculantes para el Estado y en la que participen únicamente los ciudadanos censados
en el territorio afectado.
Y eso vale tanto
para Cataluña como para cualquier otra comunidad de ciudadanos que tenga una “masa
crítica” suficiente para solicitarla.
Dicho esto, explico
mi decepción por la decisión que han tomado los diputados independentistas
catalanes de ERC y las CUP.
No pongo en duda la
legalidad de su decisión, pero critico su falta de coherencia por anteponer la
engañifa de una “declaración unilateral de independencia” que ellos saben
inviable a efectos prácticos y que tan solo respalda (con suerte) algo menos de
la mitad de la población catalana, a la regeneración de la vida política y la
defensa de los derechos, libertades y el
bienestar de sus ciudadanos.
Y mucho más grave
es el asunto si tenemos en cuenta que, para seguir manteniendo esa huida hacia
delante de unos resultados electorales que no les salieron bien, tienen que
pactar con una derecha pura y dura (Caradura, más bien) que además está
entrampada en una pocilga de corrupción económica tan grave y maloliente (por
lo menos) como el Partido Popular a nivel nacional.
Y aparte de estos
reparos “éticos” mi decepción, o más bien “mi desazón” deriva del riesgo de que
nuevamente la “armada mediática” del neoliberalismo aproveche este “camino a
ninguna parte” para redoblar los tambores del “España se rompe”, la huida las
inversiones” y demás espantajos con los que atemorizar a esos “demócratas
amorfos” (Y acríticos) que conforman la materia oscura de las democracias.
Ciudadanos que, con
su candidez de “biempensantes”, sirven de sostén al poder establecido, con el
apoyo de unos políticos “apesebrados” que, con D. Felipe González al frente,
intentarán ayudar a mantener el actual sistema de depredación económica y
recorte de derechos a favor de las élites que tan confortablemente les
mantienen a ellos y sus familiares y allegados.
Hago votos porque no
caigamos en esa trampa y seamos conscientes de la oportunidad que tenemos con
170 diputados con deseo de cambiar las cosas (O al menos detener el actual
saqueo del Estado) para hacer valer nuestro voto apoyando la formación de un gobierno
del PSOE (Que aunque a muchos no nos guste es, quien por culpa de la desunión de
la izquierda, tiene la legitimidad para formarlo).
O, incluso sin que
llegue a formarse un nuevo gobierno, poder empezar a derogar las leyes más
impresentables que aprobó el Partido Popular con el único argumento de “sus
santos cojones” e incluso (Si el PSOE no es corto de vista y sus dinosaurios se
lo permiten) modificar la Ley Electoral hasta donde buenamente se pueda para
hacerla un poco más representativa del deseo de los votantes.
A tiempo estamos.
Y ya va siendo hora de que los dirigentes de Podemos dejen de hacer de “aprendices de brujos”. Porque su vanidad, su deseo de exclusividad y sus “gansadas” terminamos pagándolas entre todos.
Y ya va siendo hora de que los dirigentes de Podemos dejen de hacer de “aprendices de brujos”. Porque su vanidad, su deseo de exclusividad y sus “gansadas” terminamos pagándolas entre todos.
Saludos.
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