A
medida que voy asimilando los resultados de las elecciones de ayer, más
contento me pongo.
Y,
a la vez, más importante me parece el que todos sepamos interpretar lo que, sin
necesidad de “ponernos estupendos” ni ahuecar la voz, podríamos calificar como
“la voz del pueblo”.
Un
pueblo algo cazurro, desde luego.
Y
también bastante irreflexivo.
Hasta
el punto de despreocuparse de sus intereses reales para andar detrás de los
señuelos de un equipo de fútbol, un programa de televisión, un concurso, o una
“nota de sociedad”.
Eso
en el mejor de los casos. Porque, además, tenemos acreditada una cierta
tendencia a hurgar en la basura y utilizarla como arma arrojadiza contra quien
no es “de nuestra cuerda”.
Sin
embargo y pese a todos estos defectos y pese a que quienes nos malgobiernan (y
nos malgobernaron) suponen que, además de incautos e individualistas, somos
bobos y mansos, quiero creer que las papeletas que ayer metimos en las urnas (casi
la mitad de las personas que teníamos derecho a hacerlo) vienen a desmentir esa
suposición.
Me
explico:
En
primer lugar, se mire por donde se mire y por mucho que quieran edulcorar el
trago, los dos grandes partidos han recibido (de los electores) un severo toque
de atención.
En
segundo lugar y por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario, la
tremebunda abstención con la que contaban para minimizar los malos resultados
no ha sido tal; Pues aunque si descontando Cataluña, País Vasco y Navarra la
cifra hubiera sido algo inferior, lo cierto es que no se ha producido la
desafección que pronosticaban (y algunos deseaban).
En
tercer lugar, y salvo que me convenzan de lo contrario, ayer domingo, acudieron
a las urnas muchas gentes que nunca lo habían hecho anteriormente, e incluso
tenían a gala el no haberlo hecho.
En
cuarto lugar, en contra de los profetas que vaticinaron la muerte (y
enterraron) del 15-M en la irrelevancia, se ha demostrado que el muerto estaba muy
vivo. Y ha contribuido, por un lado a quitar el miedo a las urnas a algunos
refractarios y por otro (y quizá eso sea lo más importante) a que otros muchos
que habitualmente votábamos “por costumbre” hayamos puesto en esta ocasión algo
más de atención al elegir la papeleta.
Y
finalmente (porque no quiero extenderme demasiado) tengo que decir que, aunque
no he votado a Podemos (Pudimos, desde anoche), me han alegrado tanto su
presentación (que muchos tanto temían) como su excelente resultado.
A
mi juicio es mucho mayor el beneficio de los votos rescatados de la abstención
y de los votantes del PSOE que en otro caso se hubieran quedado en sus casas
(para no votar a IU) que los votos que innegablemente le han quitado a IU.
Mi
opinión es que de no haberse presentado Podemos (ni los otros partidos menores
que no han conseguido escaño) en ningún caso IU hubiera alcanzado los 3.013.813
votos que suman IU + Podemos + Movimiento
red+ Partido X. Ni tampoco los 11 diputados.
Eso
sin contar con el acicate que debiera suponer (para unos y para otros) el reto
de propiciar, a partir de mañana, un espacio de entendimiento.
Faltan
10 meses para las municipales y autonómicas y hasta ese momento la “coalición”
no resulta imprescindible.
Porque,
al igual que en éstas, las Autonómicas y más aún las municipales, se resuelven en “circunscripciones únicas” que
prácticamente no alteran la representatividad en función del tamaño (en las de
ayer, a Podemos los escaños le han costado menos votos que a cualquier otro
partido (249.190), salvo “Ciudadanos” (247.557), frente a todos los demás (desde
324.534 a Primavera Europea, a 253.999 de UPyD).
Es
más: Si se presentan por separado (porque así lo decidan) lo más probable es
que puedan llegar a gobernar conjuntamente (o influir) en algunos municipios y
eso sería el equivalente de unas “relaciones prematrimoniales” de cara al día
del inevitable “enlace”.
Porque
lo cierto es que las Elecciones Generales, desgraciadamente (y mientras no
cambien el Reglamento o la Ley Electoral) son un club privado al que no tienen
acceso las familias “monoparentales”.
Y
yendo aún más lejos en la fantasía, pudiera darse el caso de que en muchos
municipios se pudiera ampliar la relación de pareja a un trío (con otras fuerzas).
Porque,
a veces, puede resultar cierto eso de que el matrimonio llega a suponer una
carga demasiado pesada para soportarla solo entre dos.
Seis
meses -previos- de cohabitación en los municipios podrían servir para afinar
mejor una posible orquesta. (Y, desgraciadamente también, para todo lo
contrario).
Saludos.
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