Sospecho que
mi senilidad avanza a pasos agigantados.
Últimamente
me ha entrado la manía de repasar ocurrencias escritas hace algún tiempo y
empeñarme en buscarles algún parecido con la realidad presente.
Sin ir más
lejos, recuerdo que el pasado 13 de diciembre, con ocasión del pacto de ERC
(Esquerra Republicana de Catalunya) y CIU (Conveniencia y Unió) me dio por
pensar que ERC iba a tener que renunciar (al menos de momento) a la “E” y a la “R”
de sus siglas para poder pavonearse de la “C” (“En
qué quedamos'', Sres. de ERC).
Y, mira por dónde,
el pasado jueves al leer que “ERC
socorre a CiU para evitar que se anule el recorte de salario a los funcionarios” (eldiario.es, 14-III-2013) , aquel ya lejano texto me repite como el pepino de las
ensaladas.
Y, nuevamente,
me pregunto (con permiso de los señores nacionalistas) ¿vale la pena renunciar
a los principios y revolcarse en la pocilga del saqueo de los derechos
ciudadanos para, simplemente, conseguir ponerle un cortejo de “marjorettes” a
algo tan sensato y tan inevitable como lo es el derecho a decidir de los
catalanes, que -antes o después- y aunque algunos no lo quieran, tendrá que
hacerse efectivo?.
Con un poco
de suerte, cuando toque decidirse, el “permiso” lo van a tener que reclamar a Bruselas,
o a Wall Street.
Y, a lo
peor, para lo poco que quede en pié, ni siquiera merezca la pena.
Lo siento:
pero es que, algunas decisiones, tal y como he dicho, las digiero francamente
mal.
Saludos.
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