Si
los señores de Izquierda Unida no se equivocan (“cuando el miedo cambie de bando”, vídeo de IU, 11-VI-2012),
parece que la crisis puede estar a punto de terminar, ya que, efectivamente, “el
miedo está empezando a cambiar de bando”
Son
muchos los síntomas en estos últimos días.
Y, aunque afectan más a unos que a otros, ese miedo (de los que tienen algo que temer) alcanza, afortunadamente, tanto a los Partidos Políticos como a bastantes instituciones nacionales.
Y, aunque afectan más a unos que a otros, ese miedo (de los que tienen algo que temer) alcanza, afortunadamente, tanto a los Partidos Políticos como a bastantes instituciones nacionales.
Y,
lo que es más esperanzador, está alcanzando también a las instituciones
supranacionales, que si bien no dependen de los votos de nadie y hasta el
presente se limitaban a “dictar los deberes” a sus mayordomos políticos, hoy
están empezando a tener que dar palmadas en la espalda y asegurar que ya
estamos en el buen camino, ante la fundada sospecha de que los ciudadanos
estamos a un paso de comprender que si le damos una patada al tablero tendremos
muy poco que perder y podemos ganar mucho.
Por
esta razón traigo a colación un, sereno y a la vez perfectamente descriptivo,
artículo de opinión de Josep Ramoneda que, aunque solo se refiere al partido
actualmente en el poder, describe un estado de ánimo que, por más que nos lo
quieran ocultar “sacando pecho”, afecta a otros muchos personajes y
organizaciones.
Ahora
bien: Una cosa es que la crisis empiece a acabarse (y sobre eso pienso que cabe
albergar alguna esperanza) y otra muy distinta es “cómo” y “dónde” estaremos
nosotros cuando eso ocurra.
Y,
sobre todo, y mucho más importante, qué pensamos hacer a partir de ese momento,
que más que un momento en el sentido temporal será un “momento político”.
Sobre
esto -una vez celebrado el cambio de bando del miedo- debiéramos meditar como
muy lúcidamente propone Rosa María Artal en el artículo que pongo a disposición
de quien considere que, cuando lleguemos a ese punto, no bastará con limitarnos a “darles una patada en el trasero”
Saludos.
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