Estamos
muchos todavía con la resaca de las manifestaciones del sábado y domingo
pasados y, con el polvo de la calle aún en los zapatos, tenemos que hacer un
hueco para no faltar a la próxima manifestación del sábado día 23 de febrero.
Debo confesar que, hace cosa
de un mes, cuando se empezó a hablar de “marea ciudadana del 23-F”, sin que (al
menos yo) supiera quien, o quienes, estaban detrás de la convocatoria, me puse
a la defensiva, pensando que podría tratarse de algún tipo de provocación o
manipulación.
Hoy
las dudas están totalmente despejadas:
La
marea ciudadana somos todos.
Todos
los que “trabajamos unidos contra el golpe de los mercados, contra los
recortes, por la regeneración democrática, la transparencia y la defensa de los
derechos sociales” (del texto de la convocatoria).
Sin
personalismos ni distinción de siglas.
Pienso
que estamos empezando a ver brotar las semillas de dignidad y ansia de
fraternidad que, quizá sin ser conscientes de ello, plantamos muchos ciudadanos
en la Puerta del Sol el 15 de mayo de 2011.
No
han transcurrido aún dos años y hoy ya estamos en condiciones de empezar a
cosechar alguno de los frutos que entonces sembramos.
No
hemos llegado aún a ningún sitio.
Pero,
desde hace tiempo, sabemos lo que no queremos, y, más recientemente, empezamos
a saber lo que queremos.
Es
decir, estamos en condiciones de seguir caminando sabiendo que: Si queremos,
podemos.
Imagino
el próximo sábado como el día de un nuevo Golpe de Estado.
En
esta ocasión, el de la ciudadanía contra la corrupción moral, ideológica y
económica de lo que llaman “el sistema”.
El
de la ciudadanía contra los mercados financieros.
El
de la ciudadanía contra los poderes fácticos.
El
de la ciudadanía contra el poderoso insolidario.
El
de la ciudadanía contra los ladrones, los corruptos, los cínicos, los prepotentes y los parásitos.
El
de la ciudadanía contra el miedo y la inseguridad que nos hizo dudar de nuestra
propia fuerza.
El
de la ciudadanía a favor de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.
Este
23-F, 32 años después, será muy distinto de aquel casposo y siniestro 23 de
febrero de 1981.
Ahí
estaré.
Saludos.
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