Eso
es lo que pretenden.
Y
lo que, tal vez, van a hacer.
Me
refiero al anunciado asalto de la embajada de Ecuador en Londres.
Pudiera
ser que “tan sólo” se trate de una intimidación previa a la decisión que hoy pueda tomar el gobierno ecuatoriano, con el fin de torcer su voluntad y
disuadirle de desairar al gran padrino estadounidense.
Pero,
aun así, aunque no pensaran llevar a cabo el asalto, el mero hecho de anunciarlo no deja de ser una aberración
jurídica, un mal ejemplo y un desafuero (nunca mejor dicho).
Desde
que Bush decidiera llevar adelante la invasión de Irak en contra de los acuerdos
de la ONU venimos asistiendo a un proceso, cada vez más impúdico y letal, de
unilateralismo por parte de los poderosos que actúan al margen de las leyes y
los tratados internacionales para sacar adelante sus propios intereses.
Y
así, desde esa fecha, EEUU, el FMI, el G-8, el G-20, la Troika, la OMC y demás siniestros organismos
internacionales, están cayendo como plaga de langostas sobre los sistemas
democráticos, los gobiernos (del color que sean) y los ciudadanos del mundo,
cada vez que la realidad, el sentido común, o las leyes, no se acomodan a sus
intereses.
Todo
ello en detrimento de la justicia y el orden internacional que, sin ser una
maravilla, ni un modelo de comportamiento ejemplar, eran, al fin y al cabo, lo
único con lo que, de momento, podíamos contar.
Mucho
me temo, además, que la amenaza va en serio y Londres esté decidido (por orden
de Washington) a sacar de los pelos a Julián Assange de la embajada para
facilitar la pantomima de un proceso legal cuya legalidad, se mire por donde se
mire, brilla por su ausencia.
Si
algo puede parar los pies a esta tropelía es la firmeza y la unidad de todos
los países medianamente “decentes” o, al
menos, medianamente lúcidos, anunciado algún tipo de sanción política conjunta
contra el gobierno de Inglaterra.
Y,
también, la reacción de la propia ciudadanía; la inglesa en primer lugar, y la de
los demás países a continuación, que le hagan llegar al gobierno del Sr.
Cameron el convencimiento de que el precio a pagar será alto.
Confiemos en
que el “ASALTO” (a la embajada, al derecho internacional y a la Justicia)
finalmente no se perpetre.
Y,
si no es así, ideemos un modo de pasarle factura a los responsables.
A
título anecdótico, y espero que nadie se “escojone” de la risa, diré que jamás he
repostado combustible en ninguna estación de servicio de TEXACO desde que supe
que ayudaron a financiar el golpe de estado de Chile.
Ni,
posteriormente, en ninguna de SHELL tras la instigación del asesinato en 1995
de 9 activistas que protestaban (pacíficamente) contra los métodos de la
compañía en su país.
Supongo
que, a la vista de la buena marcha de sus negocios, no habrán echado en falta
mis compras.
Pero,
al menos, me queda la satisfacción de saber que no contribuyo e engordar sus
cuentas.
Me
veo sin pisar Inglaterra en una buena temporada.
Saludos.
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