Lo
primero que tengo que aclarar es que el título no es mío sino que lo transcribo
literalmente del artículo de D. Antonio Baños en “lamarea” (Nº 21, noviembre
2014)
La
razón de ello es que dicho enunciado acota perfectamente el punto de partida
para el debate sobre la “reestructuración de la deuda”, cuestión sobre la que muchos
opinamos y pontificamos en muchas
ocasiones sin mayor “conocimiento de causa”.
Y
el asunto es muy grave; Porque, al margen de las acusaciones (interesadas y
bien pagadas) de demagogia con las que se pretende desprestigiar dicha cuestión,
la cruda y triste realidad es que, tanto
“la deuda pública” como una buena parte
de la privada, son a todas luces “impagables”
Y
por lo tanto, más pronto que tarde, así habrá que reconocerlo oficialmente por
mucho que los gobiernos y las instituciones supranacionales no quieran hablar
de momento de ello.
El
quid de la cuestión es: Si dicho impago nos lo convierten en un “pago aplazado” a
perpetuidad (junto con sus correspondientes intereses), como han hecho hasta el
momento transformando la deuda de los bancos y las grandes empresas en “deuda
pública”), o finalmente los ciudadanos
podemos forzar a nuestros gobiernos a deslindar el importe “ilegítimo” de dicha
deuda para “repudiarlo” y, a
continuación, reestructurar los plazos y tipos de interés de la parte “legítima”
Existen
seguramente diversas fórmulas para llegar a ese objetivo y no voy a meterme en
hablar de lo que no entiendo.
Pero
me parece enormemente importante el que los ciudadanos conozcamos los
entresijos de este asunto para poder opinar con un cierto rigor y evitar decir
sandeces. Y que, por ello, nos tapen la
boca (con razón)
Como
no he podido encontrar mejor manera de hacerlo, he copiado “en formato imagen” el
artículo que mencionaba al principio y que, dejando de lado su componente
publicitario (a favor de “Podemos”) aporta algunas ideas sobre cómo puede abordarse
dicho proceso y qué trampas deben evitarse.
También
incide, y esto es muy importante, en la necesidad de que se trate de un empeño “colectivo”
(de varios países europeos) y de que, para sacarlo adelante, hay que cuestionar
todo el entramado normativo que se desarrolla alrededor del Banco Central
Europeo, empezando por sus propios estatutos.
O
eso (intentarlo desde dentro con la ayuda de los socialistas y los verdes
europeos); O no habrá más remedio que ir haciendo las maletas; Porque ya hemos
llegado al punto de “mejor solos, que mal acompañados”
Finalmente,
aprovecho la ocasión para reiterar mi convencimiento de que “lamarea” (que se
edita mensualmente “en papel”) es, al margen de sus preferencias políticas, una excelente fuente de información y análisis
sobre la vida política, social y económica.
Y,
como ocurre con las cosas bien hechas, o los buenos vinos, el paso del tiempo
no afecta especialmente a la mayoría de sus textos.
Saludos.
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