Para
que nadie se llame a engaño, aviso que el texto cuya lectura propongo, ni nos
va a descubrir nada nuevo que no sepamos (o debiéramos saber), ni tampoco nos
propone ninguna “acción” que remedie la miseria (moral y política) en la que,
espero que por poco tiempo ya, nos encontramos sumidos.
Lo
traigo a colación porque se trata de una reflexión serena sobre un asunto que
siempre ha llamado mi atención.
Me
refiero a cómo la sociedad española ha aceptado como cosa cierta la
demonización del Partido Comunista de España y despreciado el valor, el
sufrimiento y el trabajo del único partido que fue capaz (junto con el
sindicato Comisiones Obreras) de plantar cara de modo sostenido, organizado y
sistemático, al régimen del Invicto Caudillo.
Y
lo hicieron cuando ya en los últimos años dicho régimen se había convertido en
una “dictablanda” (apenas mataba y reprimía moderadamente) y se dedicaba casi
exclusivamente a la rapiña y la acumulación de poder y dinero.
Pero,
sobre todo y ese es el mérito cuyo olvido me parece más injusto y lamentable,
lo hicieron cuando abrir la boca, salir a la calle, participar en una huelga
(no digamos ya convocarla) o simplemente pedir respeto, o libertad se pagaba
muy, muy caro (incluso con la vida).
Fueron
los comunistas españoles, junto con algunos anarquistas (más desorganizados) quienes
plantaron cara a la represión y la falta de libertades.
Fueron
los que, pese a depender económicamente de “Moscú”, no tuvieron reparos en
condenar las invasiones de Hungría y Checoslovaquia, en separarse (junto con el
PCI italiano) de la “obediencia debida” a la mano que “les daba de comer” (Cosa
que no hicieron, franceses, portugueses ni otros partidos comunistas europeos).
Y
fueron sus militantes quienes mantuvieron viva la dignidad de los ciudadanos
perdedores de la guerra civil y ayudaron económica y moralmente a quienes peor
lo pasaban.
Y
pese a ello nos han convencido de que el PCE era poco menos que el inspirador
del Gulag siberiano, que fue el responsable del robo de un oro de Moscú que
nunca (salvo el utilizado para pagar algún armamento) llegó a Moscú y que fue reintegrado
desde Bélgica (por orden del gobierno republicano en el exilio) al régimen franquista junto con los cuadros
del museo del Prado cuando Europa pretendió quedárselo (para custodiarlo,
decían).
Suso
del Toro, que a lo que parece fue en algún momento militante de dicho partido,
cuenta algo de eso y se pregunta: ¿Por qué?.
Lo
dicho: Ahí queda el texto para quienes tengan curiosidad intelectual y cinco
minutos de sosiego para leerlo.
A
mí esta percepción siempre me pareció injusta y me alegra que alguien lo
mencione.
Saludos.
1 comentario:
La demonización del PCE fue parte de la estrategia urdida por la dictadura, no sólo para combatir a su enemigo interno más organizado, sino para otorgarse a sí misma el papel de defensora de los valores occidentales frente a la Unión Soviética. Un guiño dirigido sobre todo a los EE.UU., país con el que, finalmente, la dictadura establecería unas relaciones que le otorgarían "una" legitimidad de la que carecía. Si la "amenaza comunista" no hubiera existido en absoluto, la dictadura la habría inventado.
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