Aunque
a muchos de nosotros nos haya pasado desapercibido, hace hoy exactamente 40
años (que en mi caso es más de media vida) andábamos a estas horas entre
temerosos y exultantes, pendientes de saber hacia dónde se inclinaba el péndulo
de la historia en nuestro vecino Portugal.
La
madrugada anterior, a eso de las 0:20, una contraseña -tan lírica y a la vez
tan simbólica como la retransmisión de una canción prohibida- en una emisora católica
(Rádio Renascença) fue la señal que (en
una época en la que, a efectos prácticos, no existía la telefonía móvil) puso
en marcha un silencioso movimiento de tropas y vehículos militares que tomaron
las calles de Lisboa y otras ciudades y liquidaron, sin prácticamente disparar un
solo tiro, la dictadura más longeva y rancia de Europa.
Los
españolitos, desde el otro lado de la raya, seguíamos como podíamos la
evolución de aquella “asonada” en la que, por una vez, los militares se
pusieron al frente de la defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos
y enfrente del poder establecido.
La
historia ha sido injusta y cicatera con aquellos hombres (los militares) que,
tras derribar al tirano y su aparato administrativo, supieron retirarse y
entregar el poder a la sociedad civil; Pero sin su intervención es muy probable
que la llegada de la democracia, tanto a Portugal, como a España, aunque
inevitable, hubiera sido más problemática.
Al
igual que algunos amigos míos, no quiero dejar pasar esa fecha sin una mención
a esos hombres y a ese pueblo que en estos momentos está sufriendo una
dictadura aún mucho más atroz a manos de los mercados financieros y sus capataces
políticos (portugueses y europeos).
Ahí
quedan de nuevo estos enlaces para quien quiera dedicar 3 minutos a ese hermoso
recuerdo que nos está pidiendo que, 40 años después, seamos ahora los ciudadanos
civiles quienes tomemos las calles para recuperar nuestros derechos, nuestras
ilusiones y nuestro futuro y echar a escobazos a los depredadores que nos
malgobiernan junto con todos los políticos corruptos que les hacen el trabajo
sucio.
Y
termino reiterando mi personal utopía de poder vivir algún día en la República
Federal Ibérica junto con nuestros amables, educados y hospitalarios vecinos,
los portugueses.
Saludos
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