Tras
haber pasado vergüenza ajena escuchando las imposturas de la inmensa mayoría de
los políticos, mi personal respeto por la persona del que fue el primer
presidente de gobierno democrático que conocí en mi vida, me anima a decir lo
siguiente:
En
primer lugar que aunque, ni cuando fue nombrado presidente de gobierno, ni
mucho menos hoy, compartí (ni comparto) sus postulados ideológicos, siempre he
sentido respeto por el comportamiento de ese hombre que, aun nadando y
guardando la ropa, supo mantener la dignidad del cargo que representaba y mirar
más allá de sus intereses personales.
Quizá
esto no parezca gran cosa; Pero comparado con la indigencia moral e intelectual
de una muy buena parte de nuestros políticos actuales, le sitúan muy por encima
de todos -absolutamente todos- los que vinieron después de él.
En
segundo lugar, y aunque no todo el mundo estará de acuerdo, tengo para mí que algunas
de las decisiones políticas que más contribuyeron a posibilitar el cambio de
este país vinieron de su mano.
Y
pongo como ejemplo tan sólo tres de ellas: La legalización de los partidos
políticos (el PCE fundamentalmente), la Reforma Fiscal y la Ley del Divorcio.
Y
en tercer lugar, quiero destacar que cuando le segaron la hierba bajo los pies
y le expulsaron de la vida política tuvo un comportamiento bastante digno y evitó meterse en intrigas y
descalificaciones como por (mal) ejemplo ese lamentable “milhombres” que pretende
ser D. José María Aznar.
Dicho
esto, añado que resulta vergonzoso escuchar alabanzas de su figura y lamentos
por su muerte a todos los carroñeros, empezando por el rey de España y terminando por su propio hijo Adolfo, que
hicieron leña (o sacaron provecho) de su persona.
Esto
es una muestra más del nivel de hipocresía y mentira en el que se desenvuelve
nuestra sociedad.
Y
pienso que mientras no desinfectamos esa pústula moral seguiremos siendo
siervos de nuestra propia miseria.
Afortunadamente
también ha habido algún comentario algo más ecuánime y decente.
De
los que he leído, me quedo con este de Luis García Montero.
Saludos.
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