En
primer lugar tengo que reajustar el calendario. Porque hasta hoy no me había
enterado de que, finalmente, las elecciones se celebrarán un mes antes (entre
el 22 y el 25 de mayo) así que, por poner una fecha concreta, supongamos que en
España la votación tenga lugar el domingo día 25 de Mayo. Es decir dentro de
seis meses.
Pido
disculpas por mi incompetencia y por lo irrisorio de un tipo intentando
explicar las elecciones europeas sin siquiera estar al tanto de las fechas.
En
todo caso en mi primera entrega confesé mi desconocimiento y las limitaciones
de mis razonamientos.
Hecha
esta rectificación y yendo al grano, parece confirmarse el barrunto de que las
próximas elecciones europeas pueden ser bastante diferentes de las anteriores.
Diferentes
en lo tocante a las ganas de “estar” en las listas por parte de muchos pesos
pesados de los partidos mayoritarios.
Diferentes
en lo que se refiere a la percepción que tenemos los ciudadanos sobre estas,
hasta ahora, supuestamente “irrelevantes” elecciones.
Y,
sobre todo, diferentes porque, por primera vez, el resultado no está cantado
(del todo) de antemano.
En
cuanto a lo primero: No hay más que leer lo que van publicando los distintos
medios para darse cuenta de que en esta ocasión una plaza de eurodiputado, más
que “apetecible” puede resultar “irrenunciable” para determinados señores que,
hasta ayer, se encontraban bastante más cómodos aquí en casa.
Y
ello tanto porque algunos han descubierto que su tiempo (político) está
agotado, como porque dicha plaza puede suponer una especie de paraguas judicial
ante eventuales responsabilidades no prescritas.
Y,
también (y no menos importante, para unos y otros) porque los 90.000 € de
“sueldecillo” sin mayores incompatibilidades, ni exceso de trabajo, son un
cierto aliciente.
En
cuanto a lo segundo (la percepción ciudadana): Ya no estoy tan seguro de que
realmente haya cambiado radicalmente; Pero lo cierto es que oigo hablar (y
hablo) sobre el particular mucho más a menudo y con bastante más interés que
antaño.
Aunque,
todo hay que decirlo, con casi el mismo desconocimiento que entonces.
Y
en cuanto a lo tercero: En este “barrunto” mío es patente que se mezclan,
deseo, fantasía y una razonable dosis de realidad.
Deseo: el que
tengo yo (y estoy seguro tenemos otros muchos) de que ese próximo parlamento
nos represente mínimamente y deje de ser el silente mayordomo de toda la
caterva de depredadores y vampiros que en estos momentos gobiernan nuestros
destinos.
Fantasía: el pensar
que los ciudadanos de toda Europa nos pondremos milagrosamente de acuerdo en
no votar a los grandes partidos de nuestros respectivos países.
Y,
Realidad: la que derivase de una
especie de reflejo del vómito colectivo (moral y visceral) de unos electores
que, asqueados de la desvergüenza, ineptitud y servilismo (además de corrupción en algunos casos), decidieran levantar el trasero del sofá el día de las elecciones
y plantarse ante la urna con una papeleta en la mano. Aunque tan solo fuera por
darse el gusto de tocar las narices al sistema en unas elecciones en las que
las fidelidades políticas son menos intensas.
Si
tal cosa ocurriera podríamos amanecer al día siguiente con la ilusión de que no
todo está perdido y que, tal vez un parlamento sin mayorías absolutas y con las
elecciones nacionales y municipales pisándoles los “zancajos” en muchos países
(el nuestro entre ellos) a los partidos, obligaría éstos a tentarse la ropa y
procurar comportarse con algo más de decencia
ante la opinión de sus representados.
Algo
de ello ya se cuenta en algunos periódicos poco sospechosos de radicalismo.
Y
supongo que bastante más habremos de escuchar (y ver, en televisión) en los
próximos seis meses.
La
cuenta atrás está a punto de comenzar y no creo que podamos comernos los
turrones (quienes aún puedan) sin estar metidos en plena campaña electoral
(preelectoral, la llamarán)
Ante
ello considero un deber de todo ciudadano el informarse lo más objetivamente
posible para enterarnos de qué es lo que se ventilla y quiénes serán los
(partidos) que durante los próximos cuatro años van a decidir sobre nuestra
vida diaria muchas más cosas de las que suponemos.
Soy
consciente de que será muy difícil que
los partidos de izquierda (el Partido Socialista Europeo hoy por hoy no lo es)
alcancen la mayoría.
Pero
soy bastante más optimista porque pienso que ese mismo Partido Socialista
Europeo (PSE) puede terminar convertido en “bisagra” debido a un probable descenso del Partido Popular Europeo (PPE) combinado
con el previsible ascenso de la “izquierda” (Partido de la Izquierda Europea, Partido
Verde Europeo y Alianza Libre Europea).
Y
en esa tesitura, quizá terminarán “echando cuentas” (en sus respectivos países)
y rompiendo el equilibrio, si no a favor de una clara mayoría de izquierdas (que
por número de escaños será difícil), sí a la necesidad de discutir y negociar
cada coma de las leyes y a visibilizar su discusión pública. Lo cual resultará
bastante incómodo y vergonzoso para muchos.
No
sería extraño; De hecho, por lo visto, hace unos días, los socialistas “han
vuelto” (¿dónde coño andaban?)
Dejo
tan sólo un par de enlaces que, más o menos, abundan en lo que pienso.
Estas
elecciones pueden ser distintas.
El
resultado no está aún decidido
EL
nuevo parlamento tendrá (si quiere hacer uso de ella) la mano “más larga”
PP
y PSOE empatarían en las elecciones a la Eurocámara de mayo (Fernando Garea, El País, 18-XI-2013)
Y
todo eso sin contar con el “valor añadido” que en nuestro país tendría un claro
revolcón del PP unido a una severa cura de humildad del PSOE.
Saludos.
Recopilatorio
Elecciones Europeas:
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