Hará
cosa de 15 días un pariente (así le gusta denominarse) que tiene la amabilidad
de invitarme a conversar con él cuando periódicamente, viene “a la capital”
para ir al cine, o al teatro, o curiosear por las “librerías de lance”, me
escribió para preguntarme qué me había parecido un artículo de José María Ruiz
Soroa publicado en el diario El País, el martes 17 de septiembre.
Como
no lo había leído y tengo en gran estima las opiniones (sensatas, mesuradas y
un punto conservadoras) de mi “pariente”, lo busqué y lo leí.
Y,
efectivamente, el artículo valía (vale) la pena y merece sobradamente los tres
o cuatro minutos que exige su pausada lectura.
No
es muy largo (1.350 palabras), no es monótono, es asequible a casi todas las
entendederas (incluidas las mías) y, aunque alguna de sus afirmaciones pudiera
ser discutible, a mi juicio incide en tres cuestiones (apropiación de la
riqueza por la élite burocrática, expolio de las generaciones futuras y
desajuste entre la necesidad del trabajo para la creación de riqueza y el
derecho a la supervivencia de quienes no encontrarán ese trabajo, inexistente
por innecesario), que resultan muy útiles para ayudar a
entender parte de lo que “nos están haciendo” (no es que “esté pasando”).
Y,
además de ayudar a “entender”, también nos puede animar a "asumir", de una vez
por todas, que, aunque -de momento y como mecanismo de defensa inicial- no
tengamos más remedio que “parchear” como podamos el sistema, e intentar
revertir sus últimos destrozos, la solución, como gusto de repetir a menudo “no
es conseguir que el sistema ya no nos maltrate; sino que nos divorciemos del sistema”.
Y
para ello debiéramos ir pensando “qué” pondríamos en su lugar.
Saludos.
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