No por
habitual en el comportamiento de su partido y su gobierno es menos
impresentable (e inadmisible) la desfachatez con la que el Consejero de Sanidad
se refiere a su “no obligación” de conocer a los accionistas del principal y sistemático
beneficiario del desmantelamiento de la Sanidad Pública Madrileña.
Es posible
que no tenga obligación “legal” de conocerles.
Es más, con
la legislación vigente hecha a medida de quienes ocultan sus intereses a través
de empresas instrumentales radicadas en paraísos fiscales, el obtener dicha información
es probablemente una "misión imposible".
Pero la
desfachatez del Sr. Consejero consiste en “hacer como que no se entera” de que
a muchos ciudadanos nos cabe la legítima sospecha de que pudiera ocurrir que
quienes diseñan la política de desmantelamiento de la Sanidad Pública, quienes
administran los tiempos y las decisiones que materializan dicho
desmantelamiento, quienes redactan los pliegos de condiciones de las “concesiones”,
quienes bareman y puntúan los méritos de los licitantes y quienes finalmente
adjudican tan suculentos “negocios”, pudieran ser, tal vez, los beneficiarios de
dicho desmantelamiento.
El Sr.
Fernández-Lasquetty hace como que no se entera; Pero ése es el fondo de la
cuestión.
Por otra
parte, el poner la salud de los ciudadanos en manos de una empresa que es propiedad de otra empresa, . . . que es propiedad de otra empresa, . . . que
es propiedad de otra empresa, que es propiedad de . . ., en las islas Caimán, no
parece una decisión mínimamente presentable.
Mucho menos aun
cuando la empresa tapadera (la que da la cara) ni siquiera cumple con la
legislación vigente (en nuestro propio país).
Sería
razonable que dicho incumplimiento fuera motivo suficiente para inhabilitarla a la hora
de pretender nuevas adjudicaciones.
Y si la
desvergüenza del Sr. Fernandez-Lasquetty le permite semejante desparpajo, avergoncémosle
públicamente a la espera de que en algún momento puedan saberse los nombres y
apellidos de quienes se benefician a costa de nuestros derechos y nuestros
bolsillos.
Y, si hay
suerte, ojalá les podamos ver entre rejas.
Saludos.
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