Miércoles 5 de diciembre, 19:30 horas:
Regreso
a esta hora de la Plaza de la Asamblea de Madrid, donde -como su propio nombre
indica- se ubica la Asamblea de Madrid, de asistir a un bochornoso espectáculo.
El
bochorno y la vergüenza lo protagonizan los señores Diputados, que han tenido
que acceder al recinto clandestinamente, como conejos huidizos, parapetados
tras los chalecos acolchados de varios cientos de policías, grandes como
filisteos, que les “protegían” del pueblo llano.
Me
parece muy grave que quienes ostentan el mandato de la representación del pueblo
tengan que andar escondiéndose de ese mismo pueblo como vulgares delincuentes
para reunirse, cual cuadrilla de ladrones, a programar el saqueo de los servicios
públicos y los derechos ciudadanos, invocando una legalidad ya inexistente desde
el momento en el que empezaron a tomar decisiones contrarias a sus programas
electorales.
Por
el contrario, me ha resultado grato y esperanzador el espectáculo de varios miles
(no unos centenares, ni tampoco mil) de ciudadanos de todo pelaje, edad y
condición que, bastante educadamente para la gravedad del caso, nos hemos
reunido frente al edificio para hacer patente nuestra censura y nuestro desprecio
ante semejante comportamiento.
A
eso de las 19:10, ingenuos y optimistas como somos muchos de nosotros, hemos
celebrado la noticia de que el Pleno de la Asamblea había sido suspendido.
Ahora,
mientras escribo, compruebo que dicha suspensión no ha sido más que un mero
receso para desalojar la tribuna de invitados y, de paso, engañarnos a los
presentes para que nos marcháramos a casa, mientras a estas horas, aprovechando
sus 72 diputados, el Partido Popular remachará los clavos del ataúd de los Servicios
Públicos que, desde el momento de la aprobación de los Presupuestos, quedan
condenados inicialmente a morir de
hambre para, posteriormente, malvenderlos a los vampiros de la Sanidad
Comercial o la Educación Privada (pagadas ambas con dinero público).
Vergüenza
siento por todo ello.
Pero
confío en que, más pronto que tarde, los ciudadanos que hoy hicimos guardia
ante la Asamblea, los que se quedaron de guardia en los hospitales y centros de
salud, muchos de los policías que hoy estaban “de servicio” (y mañana tendrán
el día libre), muchos de los indolentes y desinformados pacientes que hoy contemplan
impávidos desde su cama, o la cola de la consulta como les roban la Salud sin
atinar a defender sus derechos y, también, muchos de los muchos ciudadanos que
a diario nos dan la razón, pero no mueven un dedo, todos juntos salgamos de la
atonía y plantemos pié en pared ante los indecentes que se permiten utilizar
los derechos y el sufrimiento de la gente como moneda de cambio para sus
propios negocios.
Los
dioses les maldigan.
Yo
también lo hago. Y no olvido quienes son.
Como
tampoco olvido quienes fueron los que, hace un par de años, pusieron la
Constitución de mi país a disposición de los usureros.
Saludos
y buenas noches.
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