Aún
sin conocer a fondo las entretelas del espantajo agitado por el Partido
Republicano estadounidense, tengo la impresión de que el tan publicitado “abismo
fiscal” (tremebundo mote) tan sólo lo es para los muy, muy, ricos de ese país.
Efectivamente,
a poco que el recién elegido presidente Barack Obama mantenga los nervios
firmes y las promesas hechas, los muy, muy, ricos de ese país y también algunos
de los que sin ser ricos viven “desahogadamente” (ingresos superiores a 16.000
Euros/mes), se van a encontrar con que tendrán que pagar más impuestos.
Y
seguramente no se hundirán, ni la economía, ni el país.
Porque
lo que realmente va a ocurrir no es que el Sr. Obama vaya a subir los
impuestos, sino que, simplemente, no va a prorrogar los “regalos fiscales” que
el Sr. Bush tuvo a bien hacerles, aparentemente a todos los norteamericanos,
pero realmente, sobre todo, a los muy, muy ricos.
Somos
muchos los que confiamos en que mantenga su palabra y no consienta prorrogar
una situación que ha dado lugar a que, como reconocía el Sr. Warren Bufett, él haya
venido pagando (porcentualmente) en los últimos años, menos impuestos que su
secretaria.
Y,
puestos “a las malas”, me apunto a la opinión de Paul Krugman “es mejor ningún
acuerdo, que un mal acuerdo”.
El
último “mal acuerdo” les costó a los estadounidenses seguir dos años más de rehenes
del Partido Republicano y, al estado, dejar de ingresar en esos dos años una notable
cantidad de dinero que a estas fechas habría servido para reducir, una buena parte
del déficit público que se pretende reducir .
Es
importante, como apuesta moral, para la restauración del papel redistributivo
de los sistemas impositivos.
Y,
también, mirando más acá, como ejemplo a seguir por parte de algunos de
nuestros políticos y gobernantes que, en unos casos nos salieron con la
simpleza de que bajar los impuestos
también “era de izquierdas” y, en otros, tenían y tienen muy claro que la “cartera”
se lleva en el lado “derecho” y que las carteras más repletas son las suyas
propias.
Diversos
autores, tan solventes y honestos como desterrados de las páginas de los
grandes medios de comunicación, llevan años intentando explicar que, simplemente
eliminando los “privilegios” y exenciones fiscales se resolvería más de la
mitad del déficit público de nuestro país (pese a la irracionalidad de algunos
de los gastos y los regalos de dinero
público al sistema financiero privado).
Si
a eso se añadiera la eliminación de una parte del fraude y la economía
sumergida muy probablemente el problema quedaría prácticamente resuelto. Y ya
tan sólo se trataría de gestionar más eficientemente los recursos para poder garantizar
mejor los derechos ciudadanos previstos en la Constitución.
E
insisto: Ni siquiera estamos hablando de subir impuestos; sino tan sólo de
dejar de perdonárselos a quienes más tienen y menos pagan.
Saludos.
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