Viene esto a cuento del correo que he recibido desde
UBUNTU Forum ubuntu@ubuntu.upc.edu
en el que se me informa que:
“más de sesenta años después
de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los
profesores Federico Mayor Zaragoza y Karel Vasak están promoviendo un proyecto
de Declaración Universal de la Democracia, que acaba de ser presentado en el Foro
Mundial para la Democracia
organizado por el Consejo de Europa en Estrasburgo”.
y
se me invita a:
Transcribo incluso los enlaces para quien pueda
tener interés.
Y, una vez medio enterado del trasfondo y el alcance
del asunto, he llegado a la personal conclusión de que, en su estado actual, se
trata de un “producto toxico” por mucho que lo hayan firmado personas tan
libres de sospecha como D. José Luis Sampedro, o D. José Antonio Martín Pallín.
Me explico:
Debo decir en primer lugar que, aunque no conozco al
señor Karel Vasak, tengo mucho respeto por la persona, la trayectoria y las iniciativas y
opiniones de D. Federico Mayor Zaragoza, sobre alguna de las cuales me he
explayado anteriormente.
Dicho esto, tras entrar en la página en cuestión ,
me he leído el documento completo que, al fin y al cabo y pese a que viene en
25 páginas, es muy cortito (está escrito con letra muy gorda).
El texto, tras un preámbulo un tanto prolijo y
farragoso (Exposición de motivos), en el que se imparte una “teórica” referente
a las carencias de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aborda en
su segunda parte el “Proyecto de Declaración Universal de la Democracia” con un
texto plagado inicialmente de buenos deseos y lugares comunes, más o menos
asumibles aunque un tanto etéreos, hasta que empiezan a aparecer algunas
frases que, a mi juicio, pueden perfectamente ser las buenas intenciones que
empedran el infierno y que, de algún modo, me retrotraen al poco inocente texto
de la mal llamada Constitución Europea (Tratado
por el que se establece una Constitución para Europa, 28-VI-2003) que felizmente, gracias a la negativa de Holanda y Francia a
ratificarlo, no llegó finalmente a entrar en vigor aunque, por la puerta
trasera, nos estén colando algunas de sus más amargas recetas.
Dicho engendro disfrazado de Tratado Constitucional
no era más que un tratado comercial redactado por y para las grandes empresas y
el mundo financiero, donde directamente se establecían cosas tales como, que si Telefónica
trasladaba su sede a, digamos, Rumanía o Bulgaria, todos sus trabajadores
quedaban automáticamente sometidos a la legislación Rumana o Búlgara (derechos
sociales y sindicales, salario mínimo, despidos, etc.) (Art. 47.2 y
55, directiva Bolkenstein).
Me he tomado el trabajo de fabricar un único
documento con anotaciones (viene en piezas) y colgarlo de un enlace para quien
quiera descargárselo “Declaración
Universal de la Democracia” (y otro con la “Declaración
Universal de los Derechos Humanos”).
Además me he permitido resaltar en amarillo los
enunciados que me parecen más
cuestionables por seguir la vieja pauta de aprobar algo aparentemente “santo”
con carácter irreversible que luego, cuando se comprueba que se utiliza para algo
“no tan santo”, no puede rechazarse por formar parte de un documento mucho más
sacrosanto que “los diez mandamientos” que requiere imposibles unanimidades.
Quizá el problema, aparte de mi paranoia personal,
derive de que el texto en cuestión está aún un poco “verde”.
Pero no puedo olvidar la multitud de intentos, desde
el fallido AMI (Acuerdo Multilareral de Inversiones) de colocar las “leyes del
mercado” al mismo nivel que los derechos civiles y, de paso, exigir una
unanimidad que nunca se alcanzaría para derogarlas.
Ya han sido varias las ocasiones. La última, la del
Tratado de la Unión.
Y ésta, no sé por qué, me parece una más.
Lo siento, pero no lo suscribo, ni lo firmo.
Saludos.
Además de las firmas de José Luis Sampedro, José Antonio Martín Pallín y otros, resulta tambien bastante ilustrativa la presencia del Sr. Durao Barroso, D. Antonio Garrigues Walker, Dª Elena Salgado, D. Álvaro Gil Robles, D. Enrique Barón, D. Manuel Clavero Arévalo, Dª María Teresa Fernández de la Vega, . . ., eentre otros. Personas todas ellas muy respetables.
Algunas incluso demasiado para mi mal gusto.
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