Alguno
de mis amigos, con algo más de conocimiento de la historia que yo, me recordaba
que ayer, 11 de septiembre, era (escribo ya a toro pasado) el día en que en Cataluña
se celebra la caída de Barcelona.
“Y no hay que olvidar la DIADA, conmemoración de la caída de Barcelona en manos de las
tropas borbónicas al mando del duque
de Berwick durante la Guerra de Sucesión Española el 11
de septiembre de 1714,
tras catorce meses de sitio. Así, también se recuerda la consiguiente abolición
de las instituciones catalanas tras la
promulgación de los Decretos de Nueva Planta, en 1716.
Supongo que es el único pueblo que conmemora una derrota.
Salud.
Salvador
Y,
a la vista del aparente gentío que se ha echado a la calle, me temo que tenemos
un nuevo “melón” abierto.
El
problema con los melones es que, abiertos, se conservan bastante mal y la
degustación de este del independentismo nos puede resultar de “digestión pesada”.
No
voy a ocultar mi escaso (por no decir nulo) entusiasmo por los nacionalismos
debido a mi opinión de que, en general, responden a sentimientos más bien
tribales y poco solidarios, lo cual no es excesivamente “edificante”.
Y,
sobre todo, a que su historia, pasada y reciente, la escriben (también, en
general) personajes con pocos escrúpulos que no dudan en alentar (a su conveniencia
y midiendo cuidadosamente la intensidad y los tiempos) los más bajos instintos
que todos llevamos en nuestros genes para mantenerse subidos en el machito del
victimismo y la reivindicación en provecho propio.
Y,
dicho esto, pido disculpas a algunos amigos que simpatizan, se sienten, o son nacionalistas
sin por ello ser, ni insolidarios, ni especialmente tribales, ni mucho menos
tontos.
No
es a ellos (personas) a quienes me refiero. Y cuentan con todo mi respeto igual
que los que hoy se han echado a la calle en Barcelona.
A
estas alturas ya me están silbando los oídos y supongo que me estará bien empleado
por disertar de lo que “no entiendo”.
En
todo caso, mi intención es intentar reflexionar sobre los resultados de que los
ciudadanos (los de a pié) nos dividamos entre euskaldunes, catalanes, maketos y
charnegos (por referirme tan sólo a las dos naciones con mayor arraigo popular)
y distraigamos nuestras fuerzas en llamarnos putos y cañutos unos a otros y
restregarnos ¿quien puso máaaas? en lugar de concentrar nuestro esfuerzo y
nuestra escasa artillería en sacarnos de encima a quienes nos están jodiendo la
vida.
Y,
a esos efectos, el ejemplo de Cataluña me viene al pelo.
Hoy,
los sujetos que están esquilmando desde el gobierno de la Generalitat los derechos
y los servicios sociales de los catalanes, estarán encantados de poder
redirigir el cabreo y el descontento contra andaluces y extremeños.
Y,
peor aún, “la gran tarántula” que tejió la tupida red del “libre mercado” estará
babeando de gusto al comprobar que, en lugar de agruparnos para alcanzar el tamaño
de un ratón (que no podría devorar) nos subdividimos hasta convertirnos en
simples mosquitos.
Y,
además, nos herimos unos a otros, aunque sin matarnos (tengo entendido que, a
las arañas, las presas, les gustan vivas).
Pero
lo hecho, hecho está. Y, nos guste o no, no es posible mirar hacia otro lado.
Mi
ilusión, visto el paño, es que, ya que no podremos salir marcha atrás (aunque
Rosa Díez se empeñe) del pantano de las 17 autonomías (y café para todos),
salgamos "marcha alante" por el lado del federalismo.
Tenemos
una monarquía que, como el pescado, empieza a apestar.
Tenemos
una constitución que se pinchó (la pincharon) con el clavo de la limitación de “déficit público” y por tanto habrá que
recauchutarla. O sustituirla.
Y,
sobre todo, tenemos un sistema económico, llamado capitalismo y administrado
por una pandilla de vampiros, gangsters, parásitos y perros falderos, que se están
merendando nuestra despensa y nos van a someter a esclavitud.
Y
nosotros, tras el ejemplo de los Balcanes (y otros igualmente lamentables), agitando
trapos de colores y dispuestos a partirnos la cara y plantarnos en Bruselas a
pedir el ingreso como Nación (me refiero a mi barrio, naturalmente).
Entretanto,
a los griegos que les den por saco (por vagos) y a los portugueses también (por
tristones).
Porque
Europa es sólo “para quien pueda pagársela”. Aunque inicialmente no fue eso lo
que nos dijeron.
Merece
la pena leer a Soledad Gallego Díaz “Mucho más que un asunto sentimental” (Soledad Gallego Díaz, El País, 9-IX-2012) .
Yo
me apunto al federalismo.
De momento, voy a ver si ducho a mi difunto padre.
Y
mañana haré el recuento de daños.
Saludos
y buenas noches.
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