Buenas tardes:
Ni
estamos en vísperas del “día de Inocentes”, ni me encuentro en este momento
bajo el efecto del alcohol (o sustancia sicotrópica alguna), ni ando tan
desinformado como para no estar enterado de “la que está cayendo”.
Ni,
tampoco, soy tan ingenuo como para pensar que “nada” se vaya a resolver en los
próximos días.
Sin
embargo, mirándolo desde un punto de vista más distanciado de las urgencias del
día a día, pienso que efectivamente, desde hace ya algún tiempo estamos
empezando a cuestionar las “bondades” del sistema. Y ése es el primer paso.
Insuficiente,
pero imprescindible; dejar de remar a
favor de una corriente que nos llevará inevitablemente a caer por la catarata
del desastre (social, medioambiental y también, económico) si previamente no
nos orillamos y amarramos la piragua del supuesto progreso en la que, de un
modo u otro, todos estamos embarcados.
Y
cuales son los brotes verdes que vislumbro?
Alguno
hay. Aunque incipiente y modesto.
Enumero
solamente tres, de distinto pelaje y
recorrido futuro:
El
primero es el convencimiento (minoritario aún, pero creciente) de que no hay
posibilidad de más “crecimiento”. Como mucho podremos redistribuir a la vez que
reculamos.
Y
lo bueno del caso es que no por ello viviremos peor (salvo los parásitos).
Aun
sabiendo lo etéreo, minoritario y escasamente tenido en cuenta que es (de
momento) el mundo de los que apuestan por el “decrecimiento”, la información
que facilita Don Antonio Cerrillo en la Vanguardia (que quizá en este momento sea el mejor y más
serio periódico conservador de este país) da cuenta de la “lluvia fina” de
proyectos sostenibles y de desenganche del “tren del (supuesto) progreso”.
Progreso
que, en mi opinión, como mencionaba al principio, no es tal y, además nos
conduce directamente al despeñadero o, con suerte, y tratándose de un tren, al
final de una vía muerta en mitad de un desierto.
El
segundo es el reconocimiento público por parte de muchos y afamados voceros del
sistema de que “la cosa” no tiene solución.
Y
cuando ellos hablan de “la cosa” están refiriéndose a “su cosa” es decir a la
solvencia del sistema financiero.
Si
esto es así (que lo es), con un poco de suerte los borregos que formamos el rebaño
empezaremos a pensar en negarnos a que nos rebañen, los bolsillos y, sobre
todo, los derechos y el futuro.
Difícilmente
podremos sublevarnos si no tenemos el convencimiento de que no hacerlo tampoco
nos permitirá librar el pellejo.
Para
muestra sólo un botón
Gracias
por la información Sr. Niño.
Simplemente
el saber que, hagamos lo que hagamos, no servirá para nada, ya es un alivio que
me incita a dejar de pedalear.
Pero
si, además, como usted muy bien dice, España en ningún caso va a quebrar (porque
a los otros no les conviene) pues miel sobre hojuelas.
Y
que sean “ellos” los que se las apañen para remendar el desaguisado, que al fin
y al cabo no es tan difícil.
Basta
con prescribir un vermífugo, o purgante (desde las páginas de los boletines
oficiales) que nos ayude a desprendernos de los parásitos que como el pulgón (o
la solitaria) se comen nuestra savia, o nuestro alimento.
Y,
en tercer lugar, por no alagar demasiado este texto, la percepción de una nueva
sensibilidad por parte de algunos representantes públicos.
Los
indicios son modestos, pero sospecho que firmes.
Y
voy a poner como ejemplo el reciente comportamiento del alcalde de Marinaleda a
raíz de la “ocurrencia” (feliz) de distraer unos garbanzos de un supermercado.
Aparte
de explicarse, y actuar, con bastante más coherencia que sus detractores y
ponerles sistemáticamente en ridículo, ha venido dando, uno tras otro, los
pasos necesarios para que, incluso los que no comulgamos con algunos (muchos)
de sus planteamientos, nos veamos en la necesidad de ponernos, en este asunto,
de su parte mientras, día a día, deja en evidencia al “sistema”.
Me
alegra que hoy afirme públicamente que renuncia a su condición de aforado y me
alegra, mucho más aún, que, pese a haberlo intentado, los partidos “de orden”
aún no hayan logrado su excomunión dentro de Izquierda Unida.
Ni
tampoco descarrilar ese matrimonio de conveniencia que es el gobierno de
Andalucía. Menos radical de lo que muchos querríamos, pero bastante más “eficaz”
de lo que a muchos les convendría.
Estos
modestos y pequeños indicios, junto con la convicción de que, inevitablemente,
el Pisuerga terminará pasando por Valladolid, son lo que, un servidor en su inveterado
optimismo, llama “Brotes verdes”
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario