Y lo digo sin sorna, porque pienso que este “boticario”
de traje y corbata impolutos, que arrastra tras sí, sin poderlo negar ni
ocultar, la pesada carga de haber sido Catedrático, Rector, Subsecretario (con Franco),
Diputado (con la UCD) y Director General de la UNESCO, entre otras cosas, este
hombre, digo, a sus 78 años, sigue siendo una persona extremadamente lúcida y, lo
que es más difícil con ese “currículum”, extremadamente decente y
verdaderamente comprometida con la Democracia y la Humanidad.
Y que conste que no me paga por el panegírico.
Y digo que es un peligroso activista antisistema
porque, sin quitarse la corbata, ni perder su buena educación, es capaz de señalar
y poner en evidencia, con notable precisión, la corrupción de cuello duro (la
diplomacia) que en los últimos veinticinco años (desde la caída de la URSS) ha
venido instalándose, sin tapujos, en todos los organismos supranacionales convirtiéndoles
en meras marionetas del Poder Financiero y su brazo armado, el Poder Militar de
los EEUU.
Por eso, y porque ni los sindicatos, ni los
partidos, ni el 15-M, ni la mayoría de los ciudadanos, prestamos atención a ese
lado oscuro del poder político, es por lo que pienso que sus reflexiones y sus
propuestas son, a medio plazo, tan necesarias y eficaces como la desobediencia
civil y las manifestaciones de la gente de a pié (entre la que me incluyo).
Pensemos que todas las barbaridades y agresiones
que venimos viendo día a día se perpetran en nombre y con la bendición de la
ONU, del G-20, de la OMC, del FMI, del BM, del BCE, y de cuantos organismos se
crearon en su día precisamente para impedirlas.
Supongo que, a estas alturas, ya te habré quitado
las ganas de seguir leyendo; pero, por si acaso, te remito a un artículo de
este buen señor, publicado el sábado pasado en El País que, a mi juicio, bien
vale los 6 minutos que ocupa su lectura.
No descubre nada nuevo; pero, como digo, apunta
sobre algunos objetivos que no debemos descuidar, independientemente de lo que
hagamos a diario.
Se trata de recuperar la legitimidad del sistema.
Y para ello habrá que barrer las calles, los
despachos y, también, los organismos donde se emboscan los amos del mundo.
Saludos.
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