Desde hace un par de meses mis víctimas más cercanas
(quienes me soportan a diario) me vienen oyendo afirmar que los “temblores” del
mundo financiero me traen a la memoria lo que, en mi imaginación, debieron ser
los últimos estertores de la central nuclear de Chernobil antes de saltar por
los aires.
Obviamente, ni entiendo de reactores nucleares, ni
tampoco de finanzas; lo que no es óbice para que, hecha esa advertencia, opine
sobre lo que creo que está pasando en el “mundo financiero”.
Por otra parte, vistos los resultados, tampoco creo
que mi falta de conocimiento sea muy distinta de la de algunos de los que lo “manejan”.
Y muy probablemente hubiera resultado menos dañina.
Según mi versión, el “mundo del dinero” una vez
comprobado que nadie les ha pedido explicaciones (ni responsabilidades) por su
reciente “estafa”, y convencido de que, por mucho dinero que se meta en ese “agujero”,
no hay modo de taparlo, ha llegado a la conclusión de que lo más conveniente
es poner de rodillas a todos los gobiernos para evitar “tentaciones” de que los
gobiernos les pongan de rodillas a ellos.
La mejor manera es arruinarlos y, de paso, quitarles
todos los recursos y empresas públicas generadoras de riqueza y empleo,
obligándoles, si preciso fuere (y en España lo ha sido), a modificar sus leyes
para que el pago de “la deuda” se anteponga a cualquier otra necesidad o
prioridad de los países.
La cosa tendría su gracia si no fuera porque viene a
ser como si “un servidor” (el Estado) para evitar la quiebra de “mis cuñados”
(los mercados), que son unos manirrotos y han robado a la gente, hubiera hipotecado mi vivienda
(deuda pública) para prestarles el dinero a bajo interés (o incluso regalárselo)
a “mis cuñados” con la esperanza de sacarles del apuro.
Bueno, pues los cabrones de mis cuñados (perdón
Enrique y Pepe, esto no va con vosotros), en vez de utilizar mi dinero para
saldar las deudas, se han subido el sueldo, han comprado la hipoteca a mi
banco, me suben los intereses y me amenazan con desahuciarme si no les entrego el
resto de mi patrimonio.
Y en estos últimos meses andan tanteando hasta donde
pueden llevar su extorsión sin que se rompa la baraja y les lleve a los
tribunales.
En esas andamos en estos momentos.
La suerte es que, pese a la irrestricta colaboración
de nuestros gobernantes, “su tinglado” está a punto de “desparramarse”
En 2007 fueron las “monolines” (compañías
aseguradoras de deuda y títulos financieros) las que iniciaron la avalancha que
arrastró primero a Lehman
Brothers, después a Bear
Stearns y, a partir de ahí, “el acabose”.
Hoy, en Noviembre de 2011, vuelve a repetirse la
historia (y dentro de poco “la histeria”) y, ayer mismo, ha quebrado un invento
llamado “MF Global” que, al parecer, es un “operador de derivados”, es decir un
chiringuito que, manejando “humo” (no otra cosa parecen ser los “papelitos” con
los que opera), consigue, por un lado dar garantías de solvencia al “casino” y
por otro forrarse a costa de nuestra desgracia, haciendo subir y bajar los
precios, los diferenciales y las “calificaciones” a su antojo.
Como en cuestión de profecías soy un desastre, quizá
debamos alegrarnos de que mi impresión es que todo el tinglado se va a ir al
garete.
Lo malo es que llevo aproximadamente 60 años sin
atinar “ni una” y algún día, aunque sea sin querer, terminaré atinando.
Lo bueno es que, desde mi punto de vista, “cuanto
antes mejor”.
A los europeos todavía nos quedan algunos derechos y
bastante patrimonio “publico” (de todos) con el que enderezar “el entuerto”,
pero como esperemos un poco más, nos van a despojar hasta de la camisa.
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