Pero
dadas las circunstancias, quizá debiera hacer gala de una mayor prudencia.
Comprendo
que con “la que está cayendo” sobre las costillas de este gobierno tiene uno la
tentación, tal vez la necesidad, de “sacar pecho” tan pronto como alguna cosa
no sale al revés de lo previsto o no supone una nueva desgracia que lamentar.
1º Se
trata de una verdad a medias que, a veces, puede ser tan censurable como una
mentira.
Usted
nos cuenta sólo la parte agradable del asunto, pero ignora deliberadamente completar
el cuadro con el dinero que nos cuestan los diferenciales de tipos de interés
sobre la deuda pública, o las comisiones que, por la cara y durante toda de
vida de los préstamos, se embolsa la banca por el mero hecho de rellenar el
formulario de los créditos ICO (los únicos a los que algunas personas y empresas
tienen acceso)
Créditos
que se conceden con dinero del Estado (o su garantía, que viene a ser lo mismo)
corriendo el Estado (es decir todos nosotros) con el riesgo y quedándose los
bancos con un diferencial de 1,50 % durante toda la vida del préstamo por no
hacer nada y sin correr ningún riesgo.
2º Personalmente
me parece inoportuno, en mitad del desbarajuste económico presente y con
multitud de personas y empresas a las que “no les llega la camisa al cuerpo”
que nadie, sean los bancos, sean las empresas o sea el propio gobierno, ande
por ahí pavoneándose del dinero “que gana”. Si, por la razón que sea, "lo gana", al menos podría
callarse.
3º En
mi ignorancia, y me temo que a algunas personas más les pase lo mismo, no acabo
de entender qué necesidad de “rescate” o inyección económica precisa un sistema
bancario nacional que, en su conjunto, el año pasado “reconoce” haber ganado
15.000.000.0000 €.
Quizá,
ya que “ellos nos metieron en este charco, debieran ser “ellos” (hoy por ti,
mañana por mí) los que pagaran los platos rotos (que ellos rompieron).
4º Y,
finalmente, por no alargar más este texto, me queda la sospecha (o más bien
tengo la casi certeza) de que ese dinero que les ha prestado “el Estado” (es
decir usted y yo) para garantizar su solvencia, en lugar de utilizarlo a su
vez para garantizar el funcionamiento de la economía prestándolo a la actividad
productiva, lo están utilizando para especular en el mercado de la “deuda
pública” exigiendo a todo el mundo, incluido usted, y no digamos ya a algunos
países vecinos, unos intereses de auténtica usura cuya satisfacción nos obliga
a todos (menos a ellos) a vivir cada día un poco peor y a malvender nuestro
futuro.
Piensa usted que, realmente, ¿es para estar tan
contento?
Yo no.
Y
me produce vergüenza mirar a Portugal, Grecia o Irlanda, por referirme sólo a
los más cercanos.
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