27/4/11

Celebro su optimismo, Sr. Presidente


Pero dadas las circunstancias, quizá debiera hacer gala de una mayor prudencia.


Comprendo que con “la que está cayendo” sobre las costillas de este gobierno tiene uno la tentación, tal vez la necesidad, de “sacar pecho” tan pronto como alguna cosa no sale al revés de lo previsto o no supone una nueva desgracia que lamentar.

Pero me parece poco afortunada su euforia por las siguientes razones:

1º       Se trata de una verdad a medias que, a veces, puede ser tan censurable como una mentira.
          Usted nos cuenta sólo la parte agradable del asunto, pero ignora deliberadamente completar el cuadro con el dinero que nos cuestan los diferenciales de tipos de interés sobre la deuda pública, o las comisiones que, por la cara y durante toda de vida de los préstamos, se embolsa la banca por el mero hecho de rellenar el formulario de los créditos ICO (los únicos a los que algunas personas y empresas tienen acceso)
         Créditos que se conceden con dinero del Estado (o su garantía, que viene a ser lo mismo) corriendo el Estado (es decir todos nosotros) con el riesgo y quedándose los bancos con un diferencial de 1,50 % durante toda la vida del préstamo por no hacer nada y sin correr ningún riesgo.
2º      Personalmente me parece inoportuno, en mitad del desbarajuste económico presente y con multitud de personas y empresas a las que “no les llega la camisa al cuerpo” que nadie, sean los bancos, sean las empresas o sea el propio gobierno, ande por ahí pavoneándose del dinero “que gana”. Si, por la razón que sea,  "lo gana", al menos podría callarse.
3º      En mi ignorancia, y me temo que a algunas personas más les pase lo mismo, no acabo de entender qué necesidad de “rescate” o inyección económica precisa un sistema bancario nacional que, en su conjunto, el año pasado “reconoce” haber ganado 15.000.000.0000 €.
         Quizá, ya que “ellos nos metieron en este charco, debieran ser “ellos” (hoy por ti, mañana por mí) los que pagaran los platos rotos (que ellos rompieron).
4º      Y, finalmente, por no alargar más este texto, me queda la sospecha (o más bien tengo la casi certeza) de que ese dinero que les ha prestado “el Estado” (es decir usted y yo) para garantizar su solvencia, en lugar de utilizarlo a su vez para garantizar el funcionamiento de la economía prestándolo a la actividad productiva, lo están utilizando para especular en el mercado de la “deuda pública” exigiendo a todo el mundo, incluido usted, y no digamos ya a algunos países vecinos, unos intereses de auténtica usura cuya satisfacción nos obliga a todos (menos a ellos) a vivir cada día un poco peor y a malvender nuestro futuro.

Piensa usted que, realmente, ¿es para estar tan contento?
Yo no.
Y me produce vergüenza mirar a Portugal, Grecia o Irlanda, por referirme sólo a los más cercanos.

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