Siempre que llega esta fecha tengo
absolutamente claro que lo que el ejército chileno, con la ayuda de los EEUU y
siguiendo instrucciones de las multinacionales estadounidenses, representadas
por los “intelectuales” de la Escuela de Chicago (que hoy manejan el mundo a su
antojo), perpetró fue una ignominia de la que, aunque tarde y mal (los últimos, hace
unos días, han sido los jueces) la mayor parte de los implicados, salvo sus
inspiradores y autores intelectuales, se avergüenzan o piden perdón.
Lo “otro”, el atentado de la torres
gemelas de Nueva York hace 12 años, aunque igualmente condenable y mucho más
espectacular, se queda en la categoría de “atentado”, siempre y cuando
realmente haya sido “solamente” eso.
Porque, aunque en general tiendo a no
creerme las teorías que alambican este tipo de acontecimientos con
conspiraciones en las que intervienen desde ETA y la CIA hasta el Vaticano, si
hubiera sido “algo más” (y si se hubiera inducido por parte esas mismas fuerzas
e intereses que “mecieron la cuna” del Pinochetazo), entonces, también el
derribo de las torres entraría en la categoría de ignominia, en lugar de ser el
estúpido (y sangriento) atentado que casi todos suponemos.
Y, si hubiera sido así, quizá
llegáramos a la conclusión de que sus secuelas fueron aún mayores que las del
golpe de estado chileno.
En todo caso hoy quiero seguir
recordando (para quienes aún conservamos el recuerdo, y también para quienes,
por razón de edad, no lo vivieron) estos hechos que no fueron obra de la locura
de un asesino, ni de la abyección y cobardía de sus colaboradores,
consentidores y falsos indiferentes (políticos y empresarios supuestamente
demócratas, iglesia y judicatura entre ellos), sino que fue parte de un “experimento
social” cuidadosamente preparado y brutalmente ejecutado sobre un país y unos
ciudadanos que estaban descubriendo que se podía prosperar y vivir en paz y
libertad, sin arrodillarse ante nadie, ni tener miedo de nadie.
Y eso era muy, muy, peligroso.
En su memoria (la de los chilenos) escribo
estas líneas y dejo un nuevo enlace con una síntesis (menos de 5 minutos de
vídeo) de las primeras horas de aquella siniestra mañana.
Para quien tenga un mayor interés (y
disponga de, entre una hora y media y tres horas) dejo aquí la/s película/s de
Patricio Guzmán titulada/s “La Batalla
de Chile” que, más que a la narración del golpe militar, dedica/n su metraje
a describir y analizar el contexto social en que se gestó.
Esta película tiene una segunda parte
(también de hora y media) que se puede enlazar directamente.
Y debo advertir que, aunque casi nada
de lo que se cuenta resulta superfluo, los largos discursos de políticos y
sindicalistas resultan en algunos casos, además de agotadores, perfectamente
prescindibles para la cabal comprensión de los hechos.
Saludos.
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