O, al menos a mí, así me lo parece.
Resulta
sorprendente la frecuencia con la que personas inteligentes, competentes
en su oficio, honestas y razonablemente “bien
situadas” y consideradas, malbaratan su “primogenitura” (moral y profesional)
por un plato de lentejas que, en la mayoría de los casos, ni siquiera nutre sus
cuentas corrientes, sino simplemente su vanidad y deseo de “publico
reconocimiento”.
Y,
dicho sea con todos mis respetos, este parece ser el caso del escritor D.
Antonio Muñoz Molina, autor de obras tales como Beltenebros (1989) y La Noche
de los tiempos (2009) por sólo citar un par de buenas novelas de entre su
notable bibliografía.
Resulta
que dicho señor ha resultado “agraciado” con el premio “Jerusalén de literatura
2013” y, en contra del deseo y el consejo de algunas personas de notable
solvencia moral y profesional, ha decidido “aceptarlo” e ir personalmente a “recogerlo”.
Un
servidor (aunque no es ni moral, ni profesionalmente “solvente”) ni siente
envidia, ni tendría nada que objetar si pensara que se trata de un “premio
literario”.
Pero
lo que acurre es que, al igual que otras personas presumiblemente más
documentadas, pienso que el supuesto “premio” no es sino la “retribución”
correspondiente a prestar su imagen para un acto de propaganda política del
desacreditado gobierno israelí y sus más reaccionarios y agresivos matones que
necesitan de este tipo de publicidad para disimular la sangre palestina que
mancha sus manos.
No
es Muñoz Molina ni el primero, ni el único, que cae en este tipo de tentaciones.
Ahí
tenemos a Mario Vargas Llosa, Umberto Eco, Carlos Fuentes y algunos más (por ceñirnos
sólo al ámbito de la literatura) personas todas ellas de valía profesional más
que acreditada y que, por razones que se me escapan, pegan este tipo de “espantadas”
(en direcciones varias) que, ni necesitan para sobrevivir, ni les aportan
ningún prestigio.
Por
otra parte tampoco parece que se trate en absoluto de una cuestión de cálculo
económico como podría tal vez achacárseles, por ejemplo, a D. Juan Luis Cebrián
o D. Joaquín Almunia que, con el paso del tiempo han devenido (en mi personal opinión)
en “lustrosos” y “bien alimentados” animales domésticos del “sistema”
Por
este motivo quiero unir mi opinión a la de quienes le piden que no haga el juego a semejantes
criminales y se centre en sus clases en una universidad norteamericana, su
sillón “u” de la real Academia y, sobre todo, en la literatura que es la razón
por la que algunos le apreciamos.
Si
no renuncia, posiblemente no voy a dejar de leerle, pero muy probablemente perderá
gran parte de mi estima “como persona”.
Y,
en mi opinión, se habrá pegado un tiro en su propio pie. Y, quizá, también en
el de su, popular y conocida, compañera de fatigas
Saludos.
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