La
ambición, o los compromisos adquiridos obligan a mucho.
Incluso
a perder los papeles, o la vergüenza (si es que alguna vez se tuvo)
También
ayuda mucho el convencimiento, avalado por la experiencia, de que determinado
tipo de trapacerías sale prácticamente gratis, tanto desde el punto de vista de
la imagen pública, como desde el punto de vista penal.
Esa,
imagino, es la cuenta que ha debido de echarse la alcaldesa de Valencia Doña
Rita Barberá para forzar la adjudicación de un gigantesco contrato para el
suministro de agua durante los próximos 50 años a la empresa de su agrado, pese
a que parece ser no era la más adecuada.
Por
si no fuera suficiente saqueo y dislate el poner un servicio esencial en manos
de empresas privadas con ánimo de lucro, se adjudica por un periodo de 50 años
y, además, en contra del criterio de la mesa de contratación.
Lamentable
se mire por donde se mire.
Me
alegro de no ser valenciano para no tener que sentir más vergüenza de la que ya
siento siendo simplemente ciudadano de un país que consiente este nivel de corrupción.
¿Hasta
cuándo?
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