En
esa misma que la extrema derecha y la derecha extrema, bendecidas por los
obispos, llenaban cada pocos meses con varios millones de personas (nunca menos
de medio millón), para protestar indignados contra la “obligación” abortar y
casarse con personas del mismo sexo, o contra los continuos pactos del gobierno
con los terroristas.
Seguramente
esta vez no vendrán los obispos (ni las monjas, ni algunos notarios).
Y,
tal vez, tampoco lleguemos a juntarnos varios millones.
Y,
quizá, al día siguiente, La Gaceta (periodismo imparcial donde los haya),
tampoco acierte a sacarlo en su portada como ocurrió hoy con la algarada de
ayer en Barcelona, donde por lo visto, cuatro alborotadores anduvieron dando
gritos por las calles.
Pero
de todos modos, aunque entre los convocantes están los “nefastos” Sindicatos y algunos
Partidos, acudiré a hacer bulto y a
expresar “de cuerpo presente” que soy un ciudadano más que rechazo la
irresponsabilidad e incompetencia (cuando no connivencia dolosa) de quienes nos gobiernan.
Para
decir, a quienes a mi alrededor me escuchen, que si esta es la Europa que nos
espera ¡Me cago en Europa!.
Y
que, o cambiamos de rumbo o, preferiré “salir” (junto a los griegos y los
portugueses) de este club en el que a nosotros, aparte de cobrarnos más cara la
mensualidad, nos quieren obligar a fregar los platos y limpiarles los zapatos
(y los balances), no a los alemanes, ni a los holandeses, sino a sus banqueros y
cuatreros.
Estaré
para dejar constancia de que, pese a la ovejuna mansedumbre que hemos
demostrado hasta ahora, muchos no nos resignamos desde hace ya mucho tiempo.
Y
estamos dispuestos a defendernos con la fuerza de nuestras razones y nuestra
protesta antes de que llegue el momento de que tengamos que hacerlo con las
razones de la fuerza de unos ciudadanos que no teniendo ya casi nada que perder
digan la de Sansón: “Muera yo, y conmigo los filisteos”
Por
esas razones acudiré pacíficamente, aunque bastante amostazado, a enseñar los
dientes y a ir entrenando para cuando tengamos que hablar más alto.
Para
quien no me conozca y tenga curiosidad diré que vivo bien, como caliente, tengo
tres hijos (ninguno en el paro) y algún nieto. Y disfruto con mi trabajo (mientras me dure).
Pero
me subleva la injusticia que se está cometiendo con la gente más débil y
desprotegida a la que, al paso que vamos, no tardaré en pertenecer.
Y,
sobre todo, que me pone de muy “mala leche” que me tomen por imbécil y me
quieran hacer creer que este desastre lo montaron los asalariados, los
jubilados, los estudiantes o los inmigrantes.
Y
que habiendo mucha más riqueza y medios de producción, no es posible mantener
lo que mi padre logró construir, desde la nada, con su esfuerzo.
No
quiero que me roben, ni que insulten a mi escasa inteligencia.
Y
me van a tener como mosca cojonera en todos los sitios donde pueda hacerme oír.
Si,
por un casual, alguien se encuentra en una situación anímica parecida, que se
asome por allí y le invito a una caña cuando terminemos.
Saludos.
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