Aunque
no siempre.
Hace
cosa de una semana un perroflauta del 15-M, me remitió un artículo de Carlos
Taibo en el que, con bastante buen
criterio y sobradas razones, ponía a caldo tanto a los sindicatos como a los
partidos mayoritarios por haberse convertido en meros administradores, cuando
no simples espectadores (o incluso cómplices) de un statu quo que, si nunca fue
un modelo de justicia social, ni participación democrática en los asuntos de la
polis, hoy lo es mucho menos.
Coincido
con él en su análisis.
A
estas alturas no es cuestión de paños calientes, sino que hay que cambiar el
sistema.
Lo
que ocurre es que suele ocurrir que cuando el listón está excesivamente alto para
las fuerzas o la preparación del que debe saltarlo, lo más habitual es que, éste,
desista de hacerlo.
Comprendo
que es un planteamiento un tanto paticorto y garbancero, pero no deja de ser
una (triste) realidad.
Servidor,
manso confeso, burgués, algo fondón y sin embargo medianamente lúcido y decidido
a no dejarse engañar (Yo
ya no quiero que mi marido ya no me pegue. Quiero el divorcio), opina que,
como dice el refrán, hay que estar “ a dios rogando, y con el mazo dando”.
La
parte del ruego la entiendo como el adaptarse a la realidad de lo que tenemos,
que en general es poco y poco presentable, y valerse de ello para, de momento,
revertir el saqueo y vapuleo al que se ha sometido a la población civil desde
hace al menos 30 años y especialmente en los cuatro últimos.
Y
para ello más vale apoyarse en sindicatos y partidos que, aunque tienen muchos
pecados en su haber, son una de las pocas palancas con las que contamos.
Y,
además, simplificaciones aparte, ni todos son iguales, ni puede negarse que algunos no
estén empezando a salir de su sopor y su “enmierde” (unos más que otros).
El
poder financiero, que tanto ayer como hoy siempre ha estado detrás de gran parte
de nuestras desdichas viviendo a costa del sudor ajeno, ha llegado tan lejos en
su locura que ha sentenciado iremediablemente su actual modus vivendi.
Ahora
la cuestión, a mi modo de ver, es parar la andanada, sobrevivir y, entretanto
educarnos unos a otros para que no nos engañen con “dos de pipas” para poder forzar el
cambio de las reglas de juego.
Yo,
en eso es en lo que creo que ando.
E
insisto: estoy de acuerdo con Carlos Taibo en la meta final, lo que pasa es que
dudo mucho que podamos llegar “de un salto” y, si tenemos que hacer el camino
andando, más vale que los zapatos no nos aprieten demasiado, ni nos falte agua
en la cantimplora.
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario