“El portavoz del Fondo Monetario Internacional (FMI), Gerry Rice,
ha dicho este jueves en rueda de prensa que la institución se siente
"profundamente triste" por el suicidio de un jubilado griego en la plaza
Sintagma de Atenas por motivos económicos”.
Con
esa “solidaria” declaración, y el añadido de alguna agencia de prensa de que el
Sr. Dimitris Christoulas (así se llamaba) padecía cáncer, quieren enterrar al
suicida junto con la noticia.
No
vaya a ser que, como en tiempos de la peste, el cuerpo, o la propia noticia,
insepultos, provoquen algún tipo de contagio.
Estoy
convencido de que todos los burócratas europeos con las señoras Lagarde y
Merkel y los señores Draghi, Monti y Sarkozy al frente estarán en estos
momentos meditando sobre el asunto.
Pero
no por la tragedia de ese hombre o su familia.
Al
fin y al cabo padecía cáncer y se iba a morir de todos modos.
De
hecho, incluso se le puede considerar un “oportunista” en busca de sus 15
minutos de fama.
No,
lo que de verdad preocupa a nuestros próceres es el peligro de que esta
estupidez de quitarse la vida públicamente y contarlo, tan sólo porque tras 35
años de trabajo y cotización, no podía vivir sin buscar la comida en la basura,
pueda ser, hoy o mañana, la gota que colme el vaso de la indignación de una ciudadanía
que se ve abocada a la miseria para poder pagar, entre otras cosas, unos miles
de tanques, unos cientos de aviones y algunos barcos de guerra que maldita la
falta que les hacían y que les han vendido los países que ahora les
extorsionan.
Porque
tal vez este comportamiento “irresponsable” de un imbécil que ha trabajado toda
su vida y cumplido las normas cívicas, pueda levantar el velo que nos ciega al
resto de los europeos y nos impide comprender la crueldad y la sinrazón de un
sistema económico que, como Saturno, devora a sus propios hijos.
Porque,
aunque ustedes no lo crean, estos próceres y la gente de orden y dinero, también
tienen su corazoncito. Y tienen hijos, padres y familia. Y es de muy mal gusto
venir a amargarles el Martini con vulgaridades como ésta.
Al
fin y al cabo, si el Sr. Christoulas llegó
a esa situación, debió de ser por su propia culpa, porque “el mercado” es igual
para todos; y al final cada cual consigue lo que se merece.
Yo,
que, desde todos los puntos de vista me encuentro más próximo al Sr. Christoulas
que a quienes dicen representarme, descubro mi cabeza en señal de respeto y escribo
estos renglones con la esperanza de que, si alguien los lee, medite seriamente
qué es lo que estamos consintiendo y ¿hasta cuándo?
Mis
respetos a su familia y a todo el pueblo griego.
Pedro
González
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