5/4/12

In memoriam (de un boticario)

“El portavoz del Fondo Monetario Internacional (FMI), Gerry Rice, ha dicho este jueves en rueda de prensa que la institución se siente "profundamente triste" por el suicidio de un jubilado griego en la plaza Sintagma de Atenas por motivos económicos”.
Con esa “solidaria” declaración, y el añadido de alguna agencia de prensa de que el Sr. Dimitris Christoulas (así se llamaba) padecía cáncer, quieren enterrar al suicida junto con la noticia.
No vaya a ser que, como en tiempos de la peste, el cuerpo, o la propia noticia, insepultos, provoquen algún tipo de contagio.
Estoy convencido de que todos los burócratas europeos con las señoras Lagarde y Merkel y los señores Draghi, Monti y Sarkozy al frente estarán en estos momentos meditando sobre el asunto.
Pero no por la tragedia de ese hombre o su familia.
Al fin y al cabo padecía cáncer y se iba a morir de todos modos.
De hecho, incluso se le puede considerar un “oportunista” en busca de sus 15 minutos de fama.
No, lo que de verdad preocupa a nuestros próceres es el peligro de que esta estupidez de quitarse la vida públicamente y contarlo, tan sólo porque tras 35 años de trabajo y cotización, no podía vivir sin buscar la comida en la basura, pueda ser, hoy o mañana, la gota que colme el vaso de la indignación de una ciudadanía que se ve abocada a la miseria para poder pagar, entre otras cosas, unos miles de tanques, unos cientos de aviones y algunos barcos de guerra que maldita la falta que les hacían y que les han vendido los países que ahora les extorsionan.
Porque tal vez este comportamiento “irresponsable” de un imbécil que ha trabajado toda su vida y cumplido las normas cívicas, pueda levantar el velo que nos ciega al resto de los europeos y nos impide comprender la crueldad y la sinrazón de un sistema económico que, como Saturno, devora a sus propios hijos.
Porque, aunque ustedes no lo crean, estos próceres y la gente de orden y dinero, también tienen su corazoncito. Y tienen hijos, padres y familia. Y es de muy mal gusto venir a amargarles el Martini con vulgaridades como ésta.
Al fin y al cabo, si el Sr.  Christoulas llegó a esa situación, debió de ser por su propia culpa, porque “el mercado” es igual para todos; y al final cada cual consigue lo que se merece.
Yo, que, desde todos los puntos de vista me encuentro más próximo al Sr. Christoulas que a quienes dicen representarme, descubro mi cabeza en señal de respeto y escribo estos renglones con la esperanza de que, si alguien los lee, medite seriamente qué es lo que estamos consintiendo y ¿hasta cuándo?
Mis respetos a su familia y a todo el pueblo griego.
Pedro González

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