Lo digo
por mis muchos y buenos amigos, militantes o simpatizantes del PSOE que, en los
últimos tiempos, se acaloran con más intensidad y frecuencia de lo que sería
recomendable cada vez que uno reprocha o recuerda alguna de las actuaciones u
omisiones del gobierno de D. José Luis Rodríguez Zapatero.
Sintiéndolo mucho me parece necesario ahondar en el análisis sobre las razones que han llevado a la Socialdemocracia europea (tan prudente y tan mansa) a perder, no ya el poder, sino, lo que es verdaderamente grave, la credibilidad entre los ciudadanos.
Sintiéndolo mucho me parece necesario ahondar en el análisis sobre las razones que han llevado a la Socialdemocracia europea (tan prudente y tan mansa) a perder, no ya el poder, sino, lo que es verdaderamente grave, la credibilidad entre los ciudadanos.
Y es necesario porque mucho me temo que algunos
se empecinan en volver echarse al ruedo con el mismo bagaje ideológico y las
mismas estrategias que les han convertido (nos han convertido a todos, por
contagio) en políticamente irrelevantes y perfectamente prescindibles en la
toma de las decisiones que afectan a la mayoría de la población.
Vengo intuyendo una especie de “ruido de sables”
de los mosqueteros mediáticos de la socialdemocracia española, cobijados en
gran parte bajo la manta del grupo Prisa.
Me apena y preocupa que algún periodista tan
solvente, tan inteligente y tan honesto (al menos para mí) como lo es Doña
Soledad Gallego Díaz, se descolgara el pasado domingo en el diario el País con
una oda a la “socialdemocracia de perfil bajo” que entrañaba una cierta
regañina a los ilusos
“Lo que parece bastante claro es que son muy pocos los
socialdemócratas europeos que defienden una “vuelta atrás” y un abandono de lo
que se llamó la Tercera Vía, de Tony Blair, o la Neue Mitte, de Gerhard
Schröder. “Cada vez que hemos pensado que la solución estaba en lo que llaman
‘un regreso a los principios’, nos hemos quedado veinte años en la oposición”,
comenta, con ironía, un exministro socialista español.”
“No hay ninguna base a la que volver ni principios
eternos que cuidar”, escribe el ministro de Asuntos Exteriores australiano, el
laborista Bob Carr. La debacle de Wall Street, asegura, no ha provocado una
nueva fe en la socialdemocracia, pero lo cierto es que, en la mayoría de las
ocasiones improvisando y casi por intuición, esa socialdemocracia ha logrado
frenar las mayores desigualdades. “Dejemos de pensar en grandes ideas”,
propone, y dediquémonos a resolver los problemas cotidianos de la gente. “Ese
es un buen camino”.
La verdad es que,
con la que está cayendo, me parece notable el cuajo y la comprensión con la que
algunos valoran el saqueo de Derechos, Esperanzas y bienes materiales que los
llamados “mercados” llevan realizando en la vieja Europa y gran parte del
planeta desde hace aproximadamente treinta años y cuyo crescendo estamos
viviendo en éstos últimos tres.
Ignoro si tanta
complacencia y falta de ambición derivan de la necesidad de no morder la mano
que “da de comer” (a algunos, como a D. Juan Luis Cebrián hasta 8,2 millones de
Euros el año pasado, según tengo entendido) o, simplemente, la obligación de atender los
deseos del “amo” que, por lo que sé, en el Grupo PRISA en la actualidad es fundamentalmente
un fondo de inversión extranjero que ha facilitado la financiación necesaria
para su supervivencia y no parece demasiado proclive a aventuras ideológicas (salvo
las “de Derechas”, que son las suyas) .
Ignoro lo que esté
pasando; pero lo cierto es que en los últimos días proliferan los cantos a la
socialdemocracia “modosita” y discreta que, en opinión de algunos, y como
afirmaba hace tiempo un amigo mío, “es necesaria de cuando en cuando para redistribuir
la riqueza. Que, no nos engañemos, la crea la derecha”.
Quizá, visto el
estropicio y la crueldad con que nos está tratando el “capitalismo compasivo”
del Sr. Bush y ante el descredito del “sistema” que nos ha convertido en
anticapitalistas convencidos a los más acomodaticios y pacíficos aspirantes a
burgueses, algunos teman que los electores, como ya han hecho en las dos
últimas convocatorias, les den la espalda a beneficio de otros planteamientos
algo más radicales, tanto fuera de sus propios partidos (estoy hablando a nivel
europeo) como, sobre todo, entre sus propias filas de militantes y cuadros
medios.
Personalmente he
llegado a la conclusión de que el denominado “sistema de libre mercado” que no
es tal sino “la ley del más fuerte”, no puede andar suelto sin bozal ya que se
trata de un depredador implacable que no conoce los límites y por tanto o
directamente le sacrificamos (lo sustituimos), o le ponemos un bozal de acero,
le limamos las garras y le atamos corto.
Y ese menester, a
mi modo de ver no puede realizarse con paños calientes, ni medias tintas.
Eso es lo que
pienso.
Y por eso me preocupan los llamamientos a la moderación en mitad de esta
escabechina social y política.
Saludos.
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