Hace
apenas una semana martiricé al respetable con mi vieja monserga de “la
perversión del lenguaje”.
Bueno:
pues hoy mismo, Isaac Rosa, me provoca desde su columna -o recuadro- en el diario
“Público” y, sin consultarme, el muy maldito, va y expone exactamente lo que vengo
pensando desde hace ya mucho tiempo a propósito de la banalización de las cosas
más o menos serias a base de escenificar permanentemente el cuento de “Pedro y
el lobo”.
De
un tiempo a esta parte nos “han” acostumbrado (y lo más grave es que nos “hemos”
acostumbrado, o permitido que nos acostumbren) a enfatizar cualquier fruslería
u ocurrencia, de quien sea, como si se tratase del descubrimiento del fuego o
la invención de la rueda.
Y
así cada año asistimos a media docena de “bodas del siglo”, docena y media de “últimas
oportunidades para . . .” y “acuerdos definitivos” . . . que tan sólo sirven
para que los poderes fácticos (los que de verdad facen) nos metan la mano en el
bolsillo trasero mientras contemplamos embobados los grandes titulares de “la prensa”
(la diestra y la siniestra que, en eso, aunque no todos son exactamente
iguales, tienen en general más afición que los novilleros a las noches de luna
clara).
El
lamentable resultado es el desprestigio de todo aquello que se toca y el
adormecimiento general de todos nosotros, con el agravante de que a estas
alturas somos casi incapaces de distinguir entre lo irrelevante y las verdaderas
puñaladas que, día tras día, nos van propinando en nuestros derechos y nuestras
ilusiones.
Vamos,
que somos tontos.
Yo
por lo menos.
Por
si tienes el gusto te remito al artículo de Isaac Rosa.
Ya sabes que, como siempre, es ameno de leer y muy cortito.
Ya sabes que, como siempre, es ameno de leer y muy cortito.
Saludos.
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